Opinión | Extrema derecha
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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Los peligros de los cordones sanitarios

El principal problema está en cómo una sociedad, que considera prioritario el bienestar de las personas, se enfrenta al auge de los movimientos ultras

Vance asegura que la libertad de expresión está "en retroceso" en Europa y carga contra el cordón sanitario a la extrema derecha

Vance asegura que la libertad de expresión está "en retroceso" en Europa y carga contra el cordón sanitario a la extrema derecha / AP Photo/Matthias Schrader

La ultraderecha es negativa para el bienestar de Europa. La frase es concreta y no hay espacio para malas interpretaciones. Esa forma de entender la sociedad, junto con la victoria de Donald Trump en EEUU, enmarca un futuro desagradable marcado por el autoritarismo y la falta de libertades. Esta moda va en aumento y de forma exponencial. Pero el principal problema no está en los movimientos ultras, sino en cómo una sociedad, que considera prioritario el bienestar de las personas, se enfrenta a todo ello. De momento tiene un suspenso, y los cordones sanitarios no son la solución.

Puede resultar contradictorio, pero no lo es. Las declaraciones del vicepresidente J. D. Vance en su visita a Múnich, coincidiendo con la Conferencia de Seguridad, sorprendieron y hasta molestaron. La imagen que en Europa se tiene sobre lo qué es y será la Administración Trump no concede ni un espacio para ser benévolos con ciertas críticas que puedan llegar de estos extravagantes líderes políticos. Sin embargo, siempre es bueno escuchar. Vance afirmó que “en democracia no hay lugar para los cordones sanitarios”. Lo decía justamente en Alemania, donde gracias a utilizar una metodología aislante a la formación de extrema derecha, la AfD, se ha logrado que no haya entrado en una coalición de gobierno jamás. 

Para la mayoría de alemanes el sentido de Große Koalition (Gran Coalición) es un orgullo. Y les ha ido funcionando, aunque el último Gobierno durara menos que el anterior. Tiene lógica estar satisfecho. El método es que la derecha y la izquierda dejan sus desavenencias a un lado a favor de la democracia. Nada que objetar. Sin embargo, algo que debería reforzar a las instituciones parece debilitarlas al no acabar de escuchar, o entender, por qué un ciudadano que normalmente vota a opciones centradas se acerca a opciones extremas. 

Y eso nos lleva a un punto políticamente incorrecto que conecta con las afirmaciones de Vance: ¿es que un voto a la AfD o, en España, a Vox es un voto menos democrático que al PSOE o del PP? Me refiero al ciudadano que introduce la papeleta en la urna. Entonces, si todos los votantes son ciudadanos de una democracia, por qué crear un cordón sanitario ante ideas que se presentan, aunque estén equivocadas.

Los cordones sanitarios pueden ser satisfactorios a la hora de evitar coaliciones de gobierno, pero ante el sentido de representatividad en un hemiciclo son un error. Se corre el peligro de que algún día dejen de ser minoría y entonces no hará falta ninguna acción profiláctica. Habrán ganado y con una complicada vuelta atrás. La Historia lo explica.

La única solución es bajar a la arena y entender lo que reclama la ciudadanía. Los que hay, nada solucionan, aseguran. Ha ocurrido en EEUU. Utilizaré un término del pasado que utilizó Pablo Iglesias para definir a los líderes de las instituciones de 2011: la casta. Y fue un éxito, ahora controlado. Existen dos temas de fácil manipulación: la inmigración y la vivienda. Y las instituciones no encuentran las soluciones. Cerrando la boca a los que se quejan se triplica su audiencia y hasta el vicepresidente de Trump puede dar lecciones.

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