Opinión | Parece una tontería
Juan Tallón

Juan Tallón

Escritor.

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La poca importancia

La estrategia de una pajita, como la de todos los objetos que recorren el mundo de una punta a otra sin parar por transporte marítimo, es impecable: se diluye en la insignificancia

Trump declara la guerra a las pajitas de papel: "Volvemos al plástico"

Trump declara la guerra a las pajitas de papel: "Volvemos al plástico"

Trump declara la guerra a las pajitas de papel: "Volvemos al plástico" / Wilfredo Lee / AP

Cómo de importante es una pajita nos conduce a uno de esos asuntos difíciles de zanjar, al final del cual la conclusión es que no se puede obtener una conclusión; cuando menos, millones. Parece un objeto crucial para la economía organizada en torno a ella, y un elemento contingente, ornamental, para el resto del mundo. Unos pocos frente a una inmensidad: ¿cómo de claro está quién gana? Por supuesto, que una pajita para sorber un líquido sea ornamental no le quita entidad. Cuantísimas cosas sirven solo para generar un efecto estético, o psicológico, y eso a la postre se verifica como un programa vital.

La aparente poca importancia oculta a veces una maniobra bajo la que disimular la mucha. Casi podría afirmarse que la economía de la poca importancia, por decirlo así, contribuye a que el mundo siga moviéndose a toda velocidad, sin que conste adónde exactamente se dirige. Miles y miles de objetos pueden ser tachados de fútiles, quién sabe si innecesarios. Podemos pensar el futuro sin ellos. He ahí la pajita. Si despareciese de la noche a la mañana no tardaríamos ni una hora en aprender a vivir sin ella. Haríamos de tripas corazón, y beberíamos los cócteles a morro, el cacao por la taza… La humanidad se beneficiaria. Y así miles, millones de cosas, que solo implicarían un pequeñísimo cambio de hábitos.

Pero si alguien está dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias la defensa de lo superfluo, decorativo, trivial, y que en ultima instancia suele estar fabricado en plástico, es el hombre, que, al fin y al cabo, inventó la guerra. La estrategia de una pajita, como la de todos los objetos que recorren el mundo de una punta a otra sin parar por transporte marítimo, es impecable: se diluye en la insignificancia. Sabe estar del lado de la nada, o la casi nada, hacia donde nadie mira, y desde ahí, reducido a estúpido ornamento, a objeto de usar y tirar, absolutamente contaminante, lo domina todo en secreto. Una genialidad la estúpida pajita, que, por razones obvias, tiene que ser de plástico.