Opinión | Tribuna
Ramon Agenjo

Ramon Agenjo

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Jaume Guardiola

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Josep Sánchez Llibre

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La hora de la Barcelona metropolitana: hay más consenso de lo que parece

Los presidentes de Barcelona Global, el Cercle d'Economia y Foment del Treball publican una tribuna conjunta sobre la gobernanza del área metropolitana de Barcelona

Vista aérea de Barcelona.

Vista aérea de Barcelona.

A menudo, el debate sobre la gobernanza metropolitana de Barcelona se presenta como un campo de batalla plagado de desacuerdos y visiones contrapuestas. Quizás porque todavía perviven las tensiones que llevaron a la traumática disolución de la Corporació Metropolitana en 1987, este es un tema que a nuestros políticos -estén en el Gobierno o en la oposición- les cuesta asumir. Y sin embargo, una mirada más atenta revela que existe un consenso más amplio de lo que parece y que avanzar debe ser posible. Esto es lo que, a nuestro entender, se puso de manifiesto en la jornada 'La hora de la Barcelona metropolitana' que hace unos días organizamos Foment del Treball, Barcelona Global y el Círculo de Economía. Una jornada en la que se debatieron tres visiones -la de los municipios, la de los agentes económicos y la de los partidos políticos- y en la que participaron el conseller de la Presidència, Albert Dalmau, en la inauguración, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en la clausura.

¿Cuáles son estos puntos de acuerdo? Son fundamentalmente tres: en primer lugar, existe un acuerdo generalizado en que la solución a problemas urbanos como el de la vivienda, la movilidad, la sostenibilidad (agua y energía), las desigualdades sociales o la captación de inversiones y de talento debe articularse desde una dimensión metropolitana.

En segundo lugar, existe acuerdo en que esta dimensión metropolitana trasciende a los 36 municipios que hoy conforman estrictamente el Àrea Metropolitana de Barcelona y se extiende, como mínimo, al arco que va desde Vilanova a Mataró, pasando por Martorell, Terrassa, Sabadell y Granollers.

En tercer lugar, existe acuerdo también en que el Àrea Metropolitana de Barcelona (AMB) ha demostrado ser un instrumento efectivo para abordar algunos problemas concretos. La gestión del agua, de los residuos y, en parte, del transporte público son ejemplos de ámbitos en los que el AMB se ha consolidado como un actor eficaz desde que se creó apenas el año 2010.

Pero lo que es aún más interesante es que el acuerdo se extiende también, aunque con algún matiz, a las posibles soluciones. Para empezar, existe una percepción extendida de que es necesario que la Generalitat (el “hermano mayor”, en expresión reiterada de Antonio Balmón, alcalde de Cornellà de Llobregat y vicepresidente del AMB) actúe con visión metropolitana sin abandonar el rol de reequilibrio del país; y no solo para el caso de Barcelona, sino también para otras realidades metropolitanas que existen en Catalunya. Es importante, por tanto, que la Generalitat impulse aquellas infraestructuras que permitan la articulación de estas conurbaciones y también es necesario que facilite el desarrollo de sus instrumentos de gobernanza.

Como complemento de este impulso 'desde arriba', son muchos los que piensan que es necesario escalar el AMB, pues esta sería la forma más efectiva y rápida de dar respuesta a los retos que hemos mencionado más arriba. Escalar el AMB significa ampliar su ámbito de acción para poder focalizarse en los nuevos retos que ahora tenemos, ampliar su base territorial, más allá de los 36 municipios actuales reconociendo las diversas áreas funcionales urbanas y sus dinámicas económicas, laborales y sociales con el objetivo de ofrecer más y mejores servicios a la ciudadanía.

En cualquier caso, no corresponde a las entidades económicas definir cómo dar el salto de escala de la gobernanza metropolitana pero sin lugar a dudas el hecho metropolitano es una realidad vigente que nos interpela. Obviamente, este proceso de escalar el AMB no se puede hacer de hoy para mañana, sino con un enfoque progresivo para ganar legitimidad, tejiendo complicidades y generando confianza para que todos los territorios implicados se sientan reconocidos.

En nuestra opinión, una buena manera de empezar a afrontar este proceso sería centrarse en uno o dos ámbitos que requieren soluciones conjuntas como por ejemplo la vivienda o la sostenibilidad, al igual que se hizo en su día con el agua, los residuos y el transporte. El fortalecimiento de la gobernanza de la Barcelona metropolitana suscita desde hace muchos años recelos –comprensibles– entre algunos sectores, que ven un riesgo de fragmentación del país. Pero esto no tiene por qué ser así. Es evidente que las necesidades -de vivienda, de movilidad o de energía y agua, por mencionar los ejemplos más obvios- del Alt Urgell, del Pla de l'Estany o del Baix Llobregat son muy diferentes y por tanto es razonable que los instrumentos de gobernanza en cada caso también lo sean. No reconocer estas singularidades sería malo para cada uno de los territorios y para el conjunto de Catalunya. Hay que aplicar soluciones de gobernanza asimétricas y orientadas a la eficacia y eficiencia, simplificando el entramado institucional existente.

La potenciación de la Barcelona metropolitana, como muy bien apuntó el conseller Dalmau, no solo debe hacerse por la vía de la gobernanza, sino que las infraestructuras juegan también un papel fundamental. La finalización de la ronda norte o la construcción del nuevo Clínic haciendo de rótula entre el Barcelonès y el Baix Llobregat, por ejemplo, son sin duda muy buenas noticias. Pero como pusieron de manifiesto muchos alcaldes, la movilidad transversal y el tren orbital siguen pendientes. En cualquier caso, la provisión de infraestructuras de movilidad, energía y agua o dar salida a la necesidad de vivienda exigen superar los límites municipales en primer lugar y la colaboración público-privada en segundo lugar para hacer frente a la inversión necesaria. En definitiva, existe un creciente consenso sobre una nueva realidad metropolitana más integrada y más cohesionada y también generosa con el resto del país.

En el siglo XIX, las murallas de la ciudad cayeron gracias a la presión de la sociedad civil. Hoy, las murallas son administrativas y mentales, pero se dan las condiciones para que las derribemos. Superarlas depende de nosotros. A la Generalitat y al Ayuntamiento de Barcelona es a quien les corresponde liderar este proceso. Con ambición, mirada larga y generosidad. ¡Vamos!