Opinión | Ciudad cultural

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

La Barcelona negra islandesa

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El escritor islandés Arnaldur Indridason fotografiado en Barcelona

El escritor islandés Arnaldur Indridason fotografiado en Barcelona / Jordi Cotrina

La semana de la BCNegra, mil y una citas para los aficionados al género, la ciudad apenas  ha visto el sol, ha pasado frío y ha vivido un gran chaparrón. No ha sido Islandia, pero se  ha acercado un poco, para ser una ciudad con una latitud tan alejada de la del país nordico. Quizá fueron algunos de sus invitados los que nos han traído su clima en las maletas: grandes exponentes de la literatura negra del norte como Yrsa Sigurdadóttir, por fin traducida de nuevo con ‘El grito’, o Ann Cleeves, que aunque británica tiene estrechos lazos con Islandia hasta el punto de que coorganizó hace justo ahora diez años uno de los primeros festivales negros del emblemático Iceland Noir en Shetland, la maravillosa y evocadora isla del atlántico norte donde sitúa su saga más conocida y que ha dado ell salto a la pantalla en una serie que puede verse en Filmin. 

Pero el gran nombre de la Islandia criminal sigue siendo Arnaldur Indridason, que esta tarde participa en la semana negra con una charla en el cine Bosque de Barcelona. Indridason cimentó el género en su isla país y se ha convertido en el adalid de la novela negra islandesa con un eje, el que bebe continuamente del pasado, la memoria histórica que no hemos de olvidar, la de las desapariciones con las que convivimos y a las que sobrevivimos un poco más heridos.

La fascinación de lo improbable

El género  ha abierto caminos más o menos sangrientos o humorísticos, con acción trepidante o inteligencia artificial y ciencia futurista. Estos brillantes 20 años del festival nos han dado todo tipo de perspectivas y destellos de lo que da de sí el noir, con legión de seguidores. Pero la novela más fría, más del norte, la que hace aflorar las grietas de la sociedad, se ha vuelto extrañamente cercana, una geografía más que ha encontrado su encaje en nuestra cultura mediterránea. Los islandeses escriben y mucho y despliegan el misterio allá donde la tasa de criminalidad es tan baja, fascinados por lo improbable, allá donde la imaginación traza una cómoda línea con la realidad que nunca se cruzará. De igual forma, las noches eternas, y los días eternos, los lazos familiares que atan corto a  un diminuto país y sus paisajes vacíos y volcánicos solo pueden encontrar la mejor acogida en una Barcelona que añora la pequeña escala y lucha por ganar espacios abiertos, y que sabe que la naturaleza extrema es improbable…todavía.