Opinión | Ágora
Enric Soler

Enric Soler

Psicólogo relacional. Tutor del Grado de Psicología de la UOC

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La familia en llamas

Hay familias con discapacidad para procesar las emociones dolorosas. Suelen priorizar la fachada sacrificando la estructura. Tienen aversión al conflicto, y evitan hacerle frente durante décadas, o incluso generaciones

'Casa en flames' triunfa en los Premios Time Out Cultura Barcelona

L’equip de ‘La casa en flames’, del director Dani de la Orden. | MARIANA ARIETA / ACN

L’equip de ‘La casa en flames’, del director Dani de la Orden. | MARIANA ARIETA / ACN

El éxito del filme 'Casa en Llamas' radica en la identificación que el espectador puede sentir ante un modo de funcionamiento familiar disfuncional. Ninguna familia es perfecta, y siempre es un alivio ver que hay familias peores que la propia. Sin embargo, después de haber visto la película, y comentarla con mis colegas de profesión especializados en relaciones familiares, coincidimos en que lo que se observa en la ficción se queda muy corto, en comparación con lo que hemos visto en la realidad durante el ejercicio de nuestra profesión. Por poner un ejemplo, en la familia de 'Casa en Llamas', todavía se habría podido dramatizar más si en la escena en la que los nietos “se pierden” en la playa, estos hubieran recibido una buena bronca, o incluso violencia física por parte de su madre, cuando los encuentra.

La familia es el ecosistema natural de desarrollo del ser humano, de modo que ejerce una función protectora del individuo, de modo que le permita transitar por las etapas de su ciclo vital individual de una forma progresiva y saludable. De hecho, es un sistema de individuos interconectados entre ellos, de modo que la conducta de uno influye en todos los demás. Es el enfoque de la Teoría General de Sistemas, que los define como un conjunto de elementos que están en interacción constantemente, diferenciados, y a la vez conectados con el ambiente externo, que se organiza en sistemas más amplios, y se rigen todos ellos por unas mismas leyes naturales. Así, un ser humano es un conjunto de sistemas (cardiovascular, respiratorio, etc.) que deben estar en equilibrio para mantener la salud, a la vez que forma parte del sistema familia, que a su vez forma parte de otros sistemas (sistema natural, sistema sanitario, sistema económico, sistema político, etc.).

El sistema familiar no se puede comprender como la suma de un conjunto de individuos sino como la dinámica de interacciones entre ellos, y cómo estas afectan al desarrollo y al bienestar de cada miembro. Dado que el individuo evoluciona, todo el grupo familiar debe evolucionar y mantenerse en equilibrio. Esa evolución debe ser armónica y equilibrada, para garantizar el bienestar emocional de todos.

El problema surge cuando se producen cambios bruscos, que rompen ese movimiento armónico, o cuando los miembros de la familia presentan conductas que influyen negativamente en los demás. Esas conductas se aprenden, y vienen heredadas en forma de patrones de funcionamiento que se ponen en marcha de forma inconsciente, y se transmiten de generación en generación. De ahí la importancia de considerar al individuo como integrante del su sistema familiar, y a la familia desde una óptica transgeneracional.

Así es fácil que, muy silenciosamente, se instauren unos patrones de funcionamiento disfuncional que la psicología tiene muy bien identificados y definidos como el desapego emocional, la indefinición de límites, manipulación y chantaje emocional, secretos de familia, chivos expiatorios, entre otros. Estos fenómenos relacionales que deterioran el funcionamiento y la adaptabilidad familiar son el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de trastornos mentales. Desde los avances de la psicofarmacología moderna ya no existen los psiquiátricos tal y como los entendemos en el cine. Pero hay familias que son auténticos 'mini-psiquiátricos', sin conciencia de serlo, que destruyen a sus propios 'internos'.

El estancamiento en la dinámica generacional y la obstinación por la lucha de poder destruye a la familia. No saber pasar el testigo a la siguiente generación ('genio y figura hasta la sepultura'), o no atreverse a empujar al polluelo fuera del nido para que caiga al vacío, agite sus nuevas y vigorosas alas, se paga muy caro. En este tipo de familias pueden surgir trastornos de personalidad, especialmente el trastorno límite de personalidad, que casa muy bien con el trastorno narcisista de personalidad.

Este tipo de familias tiene una discapacidad para procesar las emociones dolorosas. Suelen priorizar la fachada sacrificando la estructura. Tienen aversión al conflicto, y evitan hacerle frente durante décadas, o incluso generaciones. No respetan las diferencias individuales. Son incapaces de expresar sus sentimientos. Tienen la creencia irracional de que un individuo debe ser querido por lo que tiene en vez de ser amado por lo que es. Acostumbran a obsesionarse con la posesión material porque creen que serán más respetados cuanto más acumulen, y para conseguirlo son capaces de cualquier estrategia, por poco ética que sea. Sus miembros nunca se dicen que se quieren: su forma de expresar el afecto es cuantitativa, y encuentran el dinero una forma de dimensionar su amor.

Y, por último: ¿qué hacer si tu familia está en llamas?. La respuesta es sencilla. Ya es tarde. La familia solo tenía fachada pero no había estructura, y las fachadas arden rápido. La familia se ha autodestruido. No existe. Acéptalo. Haz lo mismo que harías si tu casa está ardiendo: ¡Protégete! ¡Huye!