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Elisa Stinus Bru de Sala

Elisa Stinus Bru de Sala

Doctora en políticas públicas e investigadora de l’Institut Infància i Adolescència de Barcelona

Jornada laboral, generación Z y ambición

Reducción de la jornada laboral: el Gobierno aprueba el borrador de la ley en espera de una dura negociación en el Congreso

Del control horario al trabajo a tiempo parcial: 5 claves del pacto entre Trabajo y sindicatos para reducir la jornada

Una camarera de piso, durante su jornada laboral.

Una camarera de piso, durante su jornada laboral. / David Revenga

Recuerdo que mi abuelo me hablaba de la implantación del "sábado inglés", que permitió alargar el tiempo dedicado al descanso laboral durante las tardes de sábado. Actualmente, inmersos en el debate sobre la legislación de una jornada máxima de 37,5 horas, me vienen a la memoria sus palabras teñidas de satisfacción.

Aparte de los argumentos a favor basados en resultados positivos de experiencias empresariales e internacionales, también encontramos en contra. Incluso hay quienes hablan de demagogia, ya que, de media, trabajamos 38,2 horas según las estadísticas del Ministerio de Trabajo. La disminución a la baja de las horas anuales trabajadas a lo largo del tiempo es una tendencia clara entre los principales países europeos. Son los sectores más precarizados, como la hostelería o el comercio, los que concentran las jornadas laborales más largas, y se constata que los países que más horas trabajan tienen economías menos desarrolladas. Por lo tanto, a través de la negociación colectiva, muchos sectores tienen, de facto, jornadas ordinarias inferiores a las 40 horas que se establecieron hace cuatro décadas y, según los detractores de la reducción horaria, deberíamos dejar esta cuestión en manos de los pactos entre sindicatos y patronales.

Paralelamente, destacan estudios sobre la generación Z que nos hablan de la "quiet ambition" por parte de jóvenes de entre 20 y 30 años que están entrando en el mundo laboral. Resulta que apostar por una vida equilibrada, en la que podamos combinar trabajo, salud, ocio y familia, implica tener una "ambición tranquila". Se trata de un cambio de paradigma en el mundo laboral por parte de una generación que quiere trabajar de forma eficiente pero no a cualquier precio, poniendo en valor el tiempo personal, el bienestar emocional y la conciliación laboral. Hablaría más bien de ambición en mayúsculas, sin rebajarle ninguno de sus ingredientes.

Es también una ambición que proviene de las luchas a favor de la equidad de género. Hace décadas que sabemos que si ponemos el trabajo productivo en el centro estamos invisibilizando el trabajo doméstico y de cuidados, imprescindible para el sostenimiento de la sociedad y la economía, por lo cual tanto sufren los que critican la legislación que se quiere impulsar. Actualmente añadimos la vertiente de la salud, ya que, más allá del trabajo y el ámbito doméstico, necesitamos tiempo personal para cuidarnos y no encontrarnos en situación de agotamiento ('burnout').

Las palabras de mi abuelo me remiten, entonces, a la lucha por la calidad de vida y esta es inseparable de una sociedad que quiere progresar. La reducción de la jornada ordinaria contribuye a avanzar hacia este horizonte, ya que establece un marco mental y legal de lo que representa el mundo laboral en nuestras vidas (tiene un lugar relevante pero no es el centro) y apuesta por una sociedad más equilibrada, saludable y equitativa. Ambición en mayúsculas.