Opinión | Generalitat
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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Normalidad política, estilo Illa

El president actual lo ha tenido más fácil, con una metodología que se había perdido: no fabular

Illa lanza un plan de 18.500 millones hasta 2030 para que Catalunya lidere España

El president de la Generalitat, Salvador Illa, durant la presentació del seu nou pla econòmic.

El president de la Generalitat, Salvador Illa, durant la presentació del seu nou pla econòmic.

Desde hace unos diez años las conferencias de los presidents de la Generalitat han sido inútiles o irrelevantes. Es así. No existe mala baba detrás de esta reflexión. Son hechos contrastados. Sus proyectos, las visualizaciones de futuro, sus proyecciones ante los años venideros no servían para nada.

En octubre de 2016 Carles Puigdemont se esforzaba y dedicaba sus días presidenciales a anunciar un referéndum. Viajó a Madrid para, con un gran seguimiento mediático, decirle al Gobierno Rajoy que “lo que estoy diciendo es que el Estado español juegue el partido. Estoy de acuerdo en ver cómo manejamos la pregunta y los resultados”. La idea era un imposible tal y como la formulaba y el presente me da la razón.

En septiembre de 2018, fue Quim Torra quien en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), y ante una platea entregada, ofreció al Gobierno de Pedro Sánchez “la oportunidad de convocar de manera acordada un referéndum de autodeterminación como hicieron el Gobierno británico y el canadiense”. Esto último no tenía comparativa posible, pero en aquellos años de ‘procés’ cualquier cosa colaba. Solo han pasado siete años y aquello huele a naftalina. A muy antiguo. Tampoco estuvo jamás esa idea sobre la mesa, pero mantenía la temperatura política.

Pere Aragonès fue más sutil y también más concreto en una conferencia de febrero de 2022. El president, al menos en aquel caso, no reclamaba nada que no pudiera hacer por sí mismo, a diferencia de los anteriores. Describió el momento de “dificultad y bloqueo”, y que ello debía conducir a “recuperar la cohesión del soberanismo y a activar todos los mecanismo de presión hacia el Estado”. En este caso sí existieron cuestiones tangibles que acabaron convirtiéndose en realidad, como la amnistía. Pero todo era producto de los desastres cometidos anteriormente.

La semana pasada el president Salvador Illa convocó al sector económico, político y social con el mismo estilo de conferencia. Hacía más de 20 años que no se proponían cosas concretas. Es cierto que no siempre fueron obsesiones independentistas del momento. Por ejemplo, Artur Mas tuvo la mala suerte de ser president en medio de una profunda crisis financiera, aunque después buscó una salida errónea convocando elecciones a destiempo, en las que acabó perdiendo 12 diputados en 2012.

El president Illa lo ha tenido más fácil, con una metodología que se había perdido: no fabular. Presentó un paquete de 200 medidas aderezadas con 18.500 millones. El discurso estuvo bien organizado y tenía sentido. Después las propuestas, ya se sabe, se van alargando en el tiempo y todo se complica. Pero fue un discurso real y no impulsado por la ciencia ficción política de los últimos años.

Habrá que calificar al president como el pacificador. Comienza a ser conocido por citar a sus invitados más económicos a las ocho de la mañana en Palau. Ya se sabe que se levanta a las cinco para pegarle unas carreras a las piernas y así llega al despacho con las pilas activadas. O sea, tiene ventaja ante el interlocutor, si no es que también hace 'running'. Vuelta a la normalidad.

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