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Poner orden en la movilidad urbana

El patinete eléctrico se pone el casco en Barcelona: "¿Y la bicicleta qué?"

MULTIMEDIA | Las nuevas normas (y sanciones) para el patinete eléctrico en Barcelona

Bicicletas y patinetes en Barcelona

Bicicletas y patinetes en Barcelona / Ferran Nadeu

Las ciudades contemporáneas son cada vez más complejas. En ellas conviven mayores cuya vida se alarga cada vez más, y jóvenes que hoy trabajan en un sitio y mañana, en otro. Consumidores que lo quieren todo en casa, a cualquier hora, y un ejército de repartidores que no para de crecer. Bares que ocupan aceras y calzadas y restaurantes que sobreviven con el envío de la comida a domicilio. Ciudadanos nacidos en ellas y otros venidos de otros lugares, a veces de otras culturas.

Con esta composición cada vez más abigarrada, con intereses individuales no siempre fáciles de conciliar, no es extraño que la movilidad haya emergido como un tema central de la agenda urbana.

Las grandes ciudades ya no son las de antaño, cuando el reto de la movilidad era permitir a los trabajadores ir de casa a la fábrica, con el servicio público o el coche privado.

Hoy son como termiteras donde muchos de sus habitantes se mueven todo el día, a toda hora, con una panoplia de medios cada vez diversificada, donde la bicicleta y el patinete han irrumpido como medios accesibles y sostenibles.

No regular esta nueva realidad podría transformar el espacio público en una selva, en detrimento de los peatones y de los más vulnerables, por su condición o su edad.

La ordenanza de circulación que ha entrado en vigor en Barcelona tiene este objetivo. Se trata de poner orden en una movilidad que amenazaba en transformar las calles, plazas y aceras de la capital en lugares incómodos para muchos, incluso peligrosos.

La ordenanza era necesaria, y ha sido recibido positivamente por la mayoría de los barceloneses, incluso muchos de los usuarios de los nuevos medios de circulación.

Hacer obligatorio el casco y las luces para los usuarios de patinetes, obligarlos a que circulen por los carriles previstos para las bicicletas, limitar su velocidad a 25 kilómetros por hora, permitirlos solo a los mayores de 16 años, vetar su circulación por las aceras o prohibir circular hablando por el móvil son medidas apropiadas, que ya se han impuesto en otras ciudades europeas.

Las sanciones previstas para quienes infrinjan alguna de estas normas son severas, teniendo en cuenta que muchos usuarios de patinetes son personas de rentas limitadas.

Sin embargo, es probable que solo así se consiga evitar que la movilidad esté regida por el incivismo del más fuerte, el más joven o el más espabilado.

Dicho esto, las nuevas normas deberían ir acompañadas de medidas que permitan su cumplimiento. Los carriles por los que patines y bicicletas deben circular deben completarse, evitando que el paso de uno a otro obligue a infringir la ley o a bajarse del medio de transporte.

Los usuarios han destacado, con razón, que esta conexión está lejos de ser realidad. En ese sentido, las multas deben ir acompañadas por incentivos que faciliten el uso de los nuevos medios de circulación.

Por otra parte, ninguna norma puede conseguir sus objetivos si no va acompañada de la creación de una conciencia cívica, una educación en materia de movilidad.

Así ocurrió con el coche, y así debe ser con patinetes, bicicletas y otros ingenios destinados a facilitar la movilidad urbana. Particularmente durante la fase de transición, que será larga, teniendo en cuenta los hábitos adquiridos.