Opinión | Teatro
Carles Sans
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Y sigo actuando

Cuando me preguntan que por qué no lo dejo respondo que por tres razones: para sentirme vivo, porque disfruto y porque durante esa hora y media no me duele nada

Butacas

Butacas / Pexels

En estos días estoy promocionando mi espectáculo con el que he vuelto por cuatro semanas a un teatro de Barcelona. En este período de promoción uno pasa de un medio a otro sin pestañear: vas de una entrevista presencial en la radio a otra telefónica para un periódico, y a la siguiente para un podcast y después para un canal de televisión. Entrar en promoción es entrar en una noria de estudios, platós y llamadas telefónicas concentradas en un período de cuatro días. Sé de actores que detestan las promociones; a mí, sin embargo, me divierten. Aunque en ocasiones es agotador, peró a mí me gusta hacerlo.

Muchas de las preguntas que te hacen en las entrevistas se asemejan, como las respuestas que tú vas dando de cada una. Al final tienes claro el mensaje que quieres lanzar y lo lanzas a cada pregunta que te hacen. Una de las más frecuentes es si no estoy cansado de actuar, si después de tantos años pisando escenarios no me aburre seguir viajando y actuando de aquí para allá. La pregunta tiene su lógica: uno, como espectador, ve que en el escenario un actor se entrega en cuerpo y alma a la función, a veces ves interpretaciones fuertes donde los actores y actrices se entregan al personaje con tanta fuerza que impresiona verlos. Al final, el público los ovaciona no únicamente por las cualidades de la obra sino también reconociendo su esfuerzo.

Interpretar requiere de un vigor considerable, tanto físico como mental, pero al fin y al cabo este es un oficio que, no nos engañemos, requiere de la misma concentración que otros tantos que no disfrutan de un público que al final aplauda.

Así que no hay que exagerar. Algunos actores, a la hora del saludo final, saludan reverencialmente al público con discreto agradecimiento; otros, sin embargo, realizan su mejor interpretación a la hora de los saludos, simulando estar exhaustos porque lo han dado todo.

Sea como fuere, actuar es precioso. Y cuando me preguntan que por qué no lo dejo respondo que principalmente por tres razones: para sentirme vivo, porque mientras actúo disfruto y porque durante esa hora y media no me duele nada.

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