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Joan Tapia

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Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

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Una bandera que da frutos

Salvador Illa 'vende' un ambicioso programa para recuperar la ilusión colectiva de una Catalunya que vuelva a liderar la modernización de España y sea un motor de Europa

Illa lanza un plan de 18.500 millones hasta 2030 para que Catalunya lidere España

Junts ve "poco realista" el plan económico de Illa: "Ni capta inversiones ni tiene presupuestos"

Illa lanza un plan de 18.500 millones hasta 2030 para que Catalunya lidere España

EFE

Salvador Illa ganó las elecciones el pasado mayo y fue president el 9 de agosto, cuatro meses después. Su victoria en votos y escaños fue clara (42 diputados frente a 35 de Junts), pero lejos de la mayoría absoluta de 68. Por primera vez en años, no había mayoría independentista, pero tampoco constitucionalista. La aritmética parlamentaria -fruto de la voluntad del electorado- obligaba así a un pacto transversal de investidura. O a nuevas elecciones. Al final, el pacto con ERC -conmocionada por la pérdida del Govern- y con los Comuns permitió la investidura. Y el asunto capital fue la financiación singular de Catalunya.

Illa formó un Gobierno abierto (no solo del PSC), han pasado seis meses, se ha desinflamado Catalunya y recuperado las relaciones con Madrid, el resto de comunidades y Bruselas. Catalunya está más relajada, pero normalizar sigue siendo la asignatura pendiente. Gobernar sin mayoría no es fácil, pero en la Europa de hoy tampoco es excepcional. Y no tener (¿todavía?) presupuestos de 2025 es un golpe. Pero es lo que hay. E Illa sabe de contrariedades. Fue el ministro de Sanidad de la pandemia. Por eso ha protagonizado un acto solemne ante la sociedad civil para remachar su proyecto inclusivo del 'Govern de tothom' (más allá de las divisiones), y presentar un programa para los próximos años: 18.500 millones de inversión en 200 proyectos, para que Catalunya vuelva a liderar España y sea un motor económico, no solo de la península sino de una Europa de 450 millones de habitantes.

No es un momento óptimo, pero el Parlament acaba de aprobar una prórroga presupuestaria que impedirá la paralización y se ha convocado un Consejo de Política Fiscal y Financiera que deberá aprobar la asunción, por el Estado, de parte de la abundante deuda pública de las autonomías. Para Catalunya, un gran respiro. Illa sabe que Pedro Sánchez necesita al PSC y a la mayoría de partidos catalanes. Y que a Catalunya le conviene que en Madrid se la escuche. Es su punto de arranque tras seis meses en los que se ha pateado Catalunya y dice haber notado ilusión, pese a las desigualdades y carencias que solo se solucionarán si al crecimiento se le añade la “prosperidad compartida”, una idea ya central en su campaña electoral.

Pero sabe también que gobernar hoy Catalunya exige no solo gestión -que sí, y mucho- sino movilizar e ilusionar. Recuperar el catalanismo que quería modernizar al país y a España. Por eso eligió el edificio de la Escuela Industrial, citó a los empresarios del siglo XIX que impulsaron la industrialización e incluso citó a Vicens Vives, el historiador muerto en 1960 que, en pleno franquismo, hizo un libro titulado 'Noticia de Catalunya'. Pese a todo, existimos.

Catalunya no es una autonomía de las creadas por la Constitución del 78. Es una nación que viene de lejos. Y el retorno del exilio del president Tarradellas fue un gesto explícito de ruptura en una transición que se hizo 'de la ley a la ley'. Volvía la Generalitat de la República. Illa es tarradellista. Sabe que en Catalunya no solo los sentimientos cuentan sino también los símbolos y las instituciones. Ya dijo que -pese a su distancia política- Jordi Pujol gobernó durante muchos años porque supo aunar la recuperación del orgullo nacional con la voluntad modernizadora y la colaboración -no siempre fácil- con distintos gobiernos españoles. E incluso el impulso europeo pues fue, como Pasqual Maragall, presidente de las regiones europeas. Y sus antecesores del PSC -Maragall y Montilla- enlazaron con esta idea con los JJ.OO del 92 y la reforma del Estatut.

Aquella reforma no acabó bien. Y una parte relevante del catalanismo creyó que Catalunya solo podría progresar en un Estado separado de España. Pero lo de la independencia acabó en frustración y dividió al país. Ahora Illa quiere que el catalanismo del siglo XXI no sea solo reivindicativo, sino también productivo. Y eso implica recuperar el orgullo de liderar la modernización de una España que cada vez sea más Europa. Que la bandera catalana sea inclusiva y dé frutos es lo que late tras el proyecto presentado ayer -no por casualidad- en un edificio simbólico de la historia industrial de Catalunya. Todo un proyecto de fondo.   

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