La revolución es comprar en el mercado
Sí rotundo al barrio, al producto fresco y de temporada, a las conversaciones triviales mientras nos atienden, a pedir la vez en voz alta
Barcelona busca comerciantes para ocupar puestos vacíos en 10 mercados municipales

Compras de última hora en el mercado de La Boqueria de Barcelona. / QUIQUE GARCÍA / EFE
Sí rotundo a los mercados municipales. A la compra de proximidad sin artificios, a que en la pollería conozcan tu nombre, en la pescadería te convenzan de que hoy mejor gallo que lubina o en la verdulería te regalen medio manojo de acelgas para complementar el que te llevas porque es pequeño. Sí rotundo al barrio, al producto fresco y de temporada, a las conversaciones triviales mientras nos atienden, a pedir la vez en voz alta y a comprar cada cosa en su sitio en lugar de que un solo sitio tenga todas las cosas.
Los mercados municipales representan en sí mismos un elogio al tiempo de calidad, a la sociabilización y al disfrute. No nos hacemos una idea de todo lo que vamos perdiendo mientras creemos que ganamos tiempo. Celebramos hacer la compra deprisa y a última hora en el centro comercial de turno o en esas pequeñas tiendas abiertas hasta las tantas. Nos guardamos el as en la manga de la tienda anexa a toda gasolinera si se nos complica demasiado la jornada. No, no estamos ganando tiempo, estamos llenando nuestras horas con más cosas de las que caben, atendiendo a más problemas de los que somos capaces de asumir, arañando minutos a la vida para ser más productivos en nuestros trabajos.
Los 91 mercados municipales de la provincia de Barcelona intentan reinventarse para sobrevivir y lo hacen explorando fórmulas que se acerquen a nuestros nuevos ritmos y tiempos. Nuevos hábitos de consumo es la etiqueta que le hemos puesto a la vida sin pausa. Venta por internet, posibilidad de recoger el pedido mediante un código QR en unas taquillas externas fuera del horario de cierre o entrega a domicilio para evitarnos el desplazamiento… Entiendo la necesidad de supervivencia, pero ni una sola de las medidas que leo sitúan al mercado en el centro, más bien al contrario, lo reconvierte en lo que no es.
Los mercados municipales necesitan inversión y mantenimiento. Y nos necesitan a nosotros. Porque sí, comprar en el mercado también es un acto político. Y revolucionario.
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