
Coordinador general del Pla Estratègic Metropolità de Barcelona

Oriol Estela
Oriol EstelaCoordinador general del Pla Estratègic Metropolità de Barcelona
¿Quién marca la hora metropolitana?
La ciudad de los cinco millones, articulada internamente y con el resto del país, tiene que ser el meridiano de Greenwich que permita calibrarla con la de las metrópolis del resto del mundo

Una imagen panorámica de la Barcelona metropolitana.
El crecimiento de las ciudades desde la Revolución Industrial y, muy particularmente, a partir del último tercio del siglo XX, ha conducido en todo el mundo a la formación de aglomeraciones urbanas, territorios en los cuales los desplazamientos de las personas para realizar sus actividades cotidianas desbordan cada vez más los límites administrativos municipales.
Así, por ejemplo, en la aglomeración barcelonesa, formada por un centenar y medio largo de municipios y que reúne a más de cinco millones de habitantes, más de la mitad de personas que trabajan lo hacen en un municipio diferente de aquel en el que residen.
Es solo uno de los muchos indicadores que actualmente, y con tendencia creciente, nos dicen que la habitual identificación de ciudad con municipio deja de tener sentido. Las funciones de la ciudad se reparten y comparten entre un gran número de municipios. A esto es a lo que los geógrafos denominamos “metrópoli”.
Es así que la hora de la metrópoli ya hace tiempo que condiciona nuestras vidas. El 'reloj atómico' que la determina son estos centenares de miles de personas y miles de empresas y de organizaciones sociales, culturales o deportivas que se relacionan y se mueven cada día (algunas con más dificultades que otras, eso sí) por este territorio.
Otra cosa es si las instituciones que tienen que gobernar este entramado de relaciones llevan sincronizados sus relojes con la hora que marca el pulso de la sociedad metropolitana.
Algunos ayuntamientos, con grandes esfuerzos, han ido cambiando los relojes de arena por otros electrónicos, más fácilmente sincronizables, para no perder comba. Esto quiere decir que cada vez son más conscientes que las principales problemáticas de sus vecinos y vecinas, desde el aire que respiran a la disponibilidad de vivienda, no las podrán resolver si cada uno lleva una hora diferente.
Por eso, treinta y seis de ellos se dotaron en 2010, gracias al consenso político y a una ley del Parlament de Catalunya, de un tipo de cronógrafo de alta gama común, el Área Metropolitana de Barcelona, que es la envidia de los municipios de alrededor. Unos municipios que, privados de este instrumento, y según cuál aún con el reloj de la comunión, intentan no ir con mucho retraso y quedar en posición desventajosa en las grandes citas, se llamen impulso de las Zonas de Bajas Emisiones o reparto de Fondos Next Generation.
El otro gran protagonista, y quien tiene la mayor capacidad de actualizar todos estos relojes y sincronizarlos, es la Generalitat de Catalunya. Pero a su reloj metropolitano hace tiempo que dejaron de darle cuerda, y ahora hay que recuperar el tiempo perdido. El Govern tiene que encarar de nuevo la cuestión no solo metropolitana, sino del conjunto del territorio, porque no hay metrópoli sin un entendimiento con el territorio rural y natural que lo rodea (y al revés). Un liderazgo imprescindible, teniendo en cuenta que los partidos políticos, según vimos en la jornada de ayer, parecen encontrarse todavía en husos horarios diferentes.
La ciudad de los cinco millones, como nos gusta denominarla en el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, articulada internamente y con el resto del país, tiene que ser el meridiano de Greenwich que defina nuestra hora metropolitana y permita calibrarla con la de las metrópolis del resto del mundo.
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