Opinión | NADA ES LO QUE PARECE
Albert Sáez

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Director de EL PERIÓDICO

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¿Está justificado el bloqueo político que vivimos?

La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. / Gabriel Luengas / Europa Press

La actual mayoría en el Congreso de los Diputados colapsó este miércoles con una doble derrota del Gobierno en los decretos de revalorización de las pensiones y del transporte y de impuestos a las energéticas. Las mayorías de las investiduras en muchos parlamentos autonómicos no funcionan para aprobar presupuestos. El Ayuntamiento de Barcelona ni siquiera los tramitará. La teoría de la polarización que imponen los asesores de los políticos es incompatible con la gobernabilidad. En lugar de buscar en qué pueden estar de acuerdo se dedican a justificar un desacuerdo permanente que no se corresponde con el día a día de los ciudadanos. Más allá de a quién perjudica más a corto plazo, es evidente que a quien gobierna, la realidad es que esta situación abre una brecha por la que la extrema derecha avanza a pasos agigantados.

Los partidos tienen la sensación de que los electores no valoran la coherencia. Es evidente que si dos fuerzas políticas -PSOE y Junts en Madrid, PP y Vox en Extremadura o PSC y Esquerra en Catalunya- llegan a un pacto de investidura es porque piensan que tienen un tramo del camino a recorrer juntos. Pero la cicatería de los 'momentum', los focos mediáticos y los líos en las redes, convierten esos pactos en territorios intransitables. Y no les da miedo romper la cuerda por tensarla demasiado porque ya nada es tabú: ni gobernar sin presupuestos, ni adelantar elecciones ni pasar semanas sin tramitar una ley mientras los problemas y los retos se amontonan. Es una conjura de irresponsables, cortoplacistas y oportunistas. Los ciudadanos no acertamos a encontrar la manera de premiar a los que tienen un comportamiento responsable e incentivarlos y de rechazar el bloqueo sin dar alas a los que hacen de la extravagancia su razón de ser política. Lamentable si no fuera trágico. 

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