Opinión | Premios Gaudí
Miqui Otero

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Escritor

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Eduard Sola y el astronauta charnego

Algunos pueden acordarse del planeta del que vinieron los suyos y al mismo tiempo ser catalanes

El discurso de Eduard Sola al recoger el Gaudí por 'Casa en flames' se viraliza en redes

Eduard Sola habla tras su discurso viral en los Premis Gaudí: "Mi abuelo fue minero y luego paleta y yo me dedico a escribir"

Eduard Sola

Eduard Sola / QUIQUE GARCÍA / EFE

En algún punto de esta columna, les contaré la historia de un charnego que construyó un cohete para viajar a la Luna. Es fascinante y no tiene que ver con el gallego cosmonauta de la canción. Pero antes hay que hablar de otra cosa.

En la gala de los Gaudí, Eduard Sola recibió un galardón por el guion de 'Casa en flames'. En el discurso, se acordó de lo que se acuerda uno cuando recibe un premio: del lugar del que viene y de la gente a la que quiere. En su caso, de sus abuelos, que salieron de Andalucía para buscarse la vida en Catalunya. “Mi abuelo era analfabeto y yo me dedico a escribir”, dijo. Aclaró que no tenía un barquito en la Costa Brava y que se sentía “orgullosamente charnego”. Añadió que podría entender el premio como una venganza, pero que prefería interpretar ese logro personal como un éxito colectivo (de las plazas, los 'esplais' y, sobre todo, de la educación pública). Aunque se acordó de todas esas “miradas de superioridad” que soportan los que vienen “de abajo”.

Sola dijo “de abajo” y no “de fuera”. Cuando dijo que no tenía barco, no estaba diciendo que todos los apellidos catalanes lo tuvieran (de hecho, hay muchos que lo tienen y no lo dicen: dicen 'anar per mar' o al barco lo llaman 'barqueta', pero ese es otro tema). Al final, aterrizó en el presente: habló de abrazar a los que llegan ahora, cuando la política internacional habla de blindar fronteras.

Con todo, el discurso del guionista de 'Casa en flames' prendió fuego a las redes. Muchos lo aplaudieron, pero muchos otros lo han criticado de un modo enloquecido. Hemos llegado a un punto en que si alguien le dedica un premio a su tía costurera, otro le dirá que está siendo injusto porque la suya era oficinista. Si se lo dedica a su hijo, habrá quien lo tilde de natalista. Y si hace mención a su gato, que estaba siempre ahí (en el escritorio mientras tecleaba), se elevarán quejas de los que han elegido a un perro como mascota. Si le da a usted por practicar con un bote de Fructis qué diría cuando le entregaran una estatuilla, cuídese no ya de lo que va a decir, sino de lo que otros quieren que diga y de lo que otros dirán que ha dicho.

En este caso, la polémica salta por el uso de charnego, ese término para designar despectivamente a los que venían de fuera, que luego se aplicó a los hijos de la inmigración y que más adelante algunos de estos resignificaron con orgullo. Que hoy haya que revisar el concepto (o que pueda aludir a otras migraciones internacionales), no invalida que esté presente en la memoria emocional de alguien. Lo curioso de la palabra charnego es que los intolerantes insultaban cuando la lanzaban ellos antes y ahora insultan cuando la manejan otros. Si alguien la usa, se intenta dejar claro que esa intolerancia quedó atrás llamándolo 'ñordo' (o etnicista o gilipollas).

Es obvio que no todo apellido catalán pertenece a la burguesía de 'Vida Privada' ni todo hijo de la inmigración sale de 'Últimas tardes con Teresa'. Pero cómo no respetar la perplejidad personal de Sola ante el salto sideral entre la experiencia de sus abuelos y la suya (en mi caso, entre un campesino cantábrico y un novelista mediterráneo).

Sola no se ha acordado de sus abuelos, esos que vinieron de fuera para que él triunfara desde abajo, solo en los Gaudí. Con ellos rodó, hace una década, una preciosa película como trabajo final de carrera. La tituló 'Lunático', porque va de un anciano que, ante la enfermedad de su esposa, decide inventar un cohete para llevarla a la Luna. Contó con dos estupendos actores que no sabían actuar: sus abuelos. Como tampoco sabían leer, no podían aprenderse el guion, así que, aunque parte del relato sea inventado, hacen de ellos mismos. Si la 'peli' desprende tanta verdad, si es tan bonita, es precisamente por eso. Y esa misma verdad y belleza me transmitió su discurso.

Ahora que los viajes espaciales están en manos de multimillonarios cretinos, me da por recordar una anécdota del primer cosmonauta. Yuri Gagarin aterrizó accidentadamente en paracaídas en un campo por donde paseaba una anciana con su nieta de cuatro años. Cuando la abuela vio a ese alienígena de buzo naranja, le preguntó si venía del “espacio exterior”. “Ciertamente”, dicen que contestó Gagarin, “pero no se alarme: soy soviético”. No se alarmen: algunos pueden acordarse del planeta del que vinieron los suyos y al mismo tiempo ser catalanes.

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