
Director de EL PERIÓDICO

Albert Sáez
Albert SáezDirector de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Trump, parte 2: loco fin de semana en Las Vegas

Donald Trump presta jurament en la seva investidura a la Rotonda del Capitoli, ahir a Washington. | FABRIZIO BENSCH / REUTERS
Donald Trump convirtió su toma de posesión en un espectáculo tipo loco fin de semana en Las Vegas. La estética de lo acontecido se parece a la de un anciano acuciado por las deudas y los problemas de salud que se monta una juerga de cinco días con todos los placeres que muchos piensan que ya no puede saborear para parecer tan rico como inmortal y fastidiar a los que hace cuatro años pensaron que ya no funcionaba ni con Viagra. Al casino se llevó a sus amigos juerguistas, a sus hijos y a los que le financian la fiesta a cambio de intentar quedarse algo de la herencia, empezando por Elon Musk. Todo sería grotesco si no fuera dramático.
Frente a este Trump desbocado, el mundo ha tomado tres opciones distintas: algunos han optado por seguirle la cuerda confiando que la proximidad en la decadencia les puede aportar alguna herencia inesperada. Es el caso de Xi Jinping, Putin, Netanyahu, Meloni o Abascal. Otros juegan a engrandecerlo y a darle credibilidad para resaltar su propia juventud. Es el caso de Pedro Sánchez. Y los terceros tratan de ignorarlo tanto como pueden aunque saben que lo importante no es Trump, sino el entramado intelectual y económico que lo ha llevado hasta la presidencia y que soporta estoicamente sus excesos.
A una parte, ahora aparentemente mayoritaria, de los Estados Unidos no le gusta o no le conviene el mundo que ha construido Estados Unidos. En su primer mandato, Trump quiso volver a la América de Ronald Reagan. Y fracasó porque el mundo globalizado no es el mundo de la guerra fría. Y los intereses compartidos con el resto del planeta son excesivos para romper sin consecuencias. El segundo Trump, como indica en su análisis Ricardo Mir de Francia, quiere que Estados Unidos regrese al siglo XIX cuando compraba territorios por intereses geoestratégicos, se inhibía de los conflictos en los que no tenía intereses directos y dejaba hacer lo que le daba la gana a toda suerte de dictadores siempre que no se interpusieran en su camino, como fue el caso de Hitler hasta Pearl Harbor. Esos Estados Unidos nunca han desaparecido del todo, pero a lo largo del siglo XX entendieron que para poder conquistar mercados era necesario crearlos y eso les llevó a ser progresivamente más partidarios del libre comercio hasta culminar en la globalización posterior a Reagan. Los Estados Unidos que han decantado la balanza por Trump son los que han perdido el empleo porque las fábricas están en China, en México o en Canadá, los que han perdido a los hijos en guerras absurdas aparentemente defendiendo la libertad, los que no quieren pagar impuestos para financiarlas y los que ya no necesitan grandes inversiones en defensa para desarrollar su tecnología y están hartos de que Europa y China les pongan trabas a sus negocios mientras su país no les sabe defender.
Ni Trump ni lo que hay detrás de Trump es una broma. Pero tan verdad como esto es que bajo su aparente y fanfarrona fortaleza se esconden una suma de debilidades. Veremos si se diluyen solas o alguien, quizás Europa, tiene la capacidad de desmontarlas.
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