Opinión | Feminismo
Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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A la caza de profesionales de la violencia machista

No les basta con humillar a las víctimas y defender a los agresores. No les basta con lanzar bulos sobre violencia de género

La venganza de los hombres

Milei elimina el lenguaje inclusivo y la perspectiva de género en la Administración

Trabajadores del nuevo centro 24 horas de atención a víctimas de violencia machista, en Tàrrega.

Trabajadores del nuevo centro 24 horas de atención a víctimas de violencia machista, en Tàrrega. / ACN

Señalar, perseguir y linchar a profesionales de violencia machista. Esa es la nueva tónica en la actual reacción machista. No les basta con humillar a las víctimas y defender a los agresores. No les basta con lanzar bulos sobre violencia de género o sobre feminismo. No les basta con hacer alarde del negacionismo y pedir suprimir leyes feministas. 

Para desmontar el sistema de atención ante la violencia que causa muertes y agresiones diarias a la mitad de la población, quienes componen el movimiento reaccionario machista han puesto en la diana a los y las profesionales que se dedican a ello. Hay que desacreditar su trabajo, hay que humillar, hay que callarlas y que se retiren. Esas son sus consignas y ese parece ser el destino final. Y sucede tanto en redes, como en puertas de juzgados, como en platós de televisión.

Hace días, el periodista Andreu Claret, miembro editorial de este periódico, exponía parte de la verdad en el texto 'La venganza de los hombres'. Él, como hombre, puede titular así sin que lo acusen, como a tantas de nosotras, de que culpabilizamos a todos. Por eso es importante que ellos aporten por sí solos este relato. “Hay miedo a las mujeres. A que las chicas con quienes comparten patio, aula, oficina o la barra de un bar, se adueñen del mundo”, sostenía. Argumentaba que era una de las bases del crecimiento de la ultraderecha, y relataba toda la ola machista que el Estados Unidos trumpista ha exportado por toda Europa. 

No crean que parte de la legión de machistas en pódcast en redes sociales, que pregonan el mal del feminismo, no han hecho aquí su trabajo. Miren los resultados de Vox en las encuestas, que apuntan a que, como mínimo, es probable tener a Abascal como vicepresidente del Gobierno en unos años. Les recuerdo que en este tiempo se ha vendido la asistencia a las víctimas como un despilfarro de dinero. De ahí, escuchar propuestas como anular el Ministerio de Igualdad (miren a Milei, en Argentina, no le tembló el pulso), pedir anular los juzgados de Violencia contra la Mujer, cuestionar que haya partidas y personal específico de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con este fin… Todo es puesto en tela de juicio.

Junto a ello, como decía al principio, ahora se ha dado paso a la fase de perseguir y señalar a profesionales que se dedican a esta especialidad. Ya lo vieron con las asociaciones feministas, cuando Vox y tantos otros se apuntaron a la moda de llamarlas chiringuitos y callar que muchas funcionaban sin ayudas. Eso sigue aún hoy. Se acusa a abogadas de violencia de género de promover leyes partidistas. Se señala a asistentas sociales con pintadas en sus centros. Se cuestiona al profesorado que imparte esta especialidad. O se señala a profesionales del periodismo cobrar por trabajar.

Esa falsa izquierda que regaña por cobrar a un trabajador o a una trabajadora. Esa falsa izquierda que incluso señala por haber estudiado con becas y trabajando a la vez. Esa falsa izquierda que sostiene sin pudor un discurso en contra de los derechos conquistados. El surrealismo. Es como si yo gritara qué maldad hay en un panadero por cobrar el pan al hambriento o qué maldad hay en un camarero que cobra por un café a una persona que tiene sed y necesita desayunar. Es absurdo todo. En su cruzada contra el feminismo todo vale. Machacan a las víctimas y a profesionales, investigan incluso sus vidas personales. Todo está bajo la lupa por un minuto de gloria, eso sí, sin pisar la calle ni hablando con las víctimas. Buscan fama y rentabilizar. 

Como si fueran camaleones, tienen que camuflarse de feministas y anticapitalistas para completar todo el circo que se han organizado. Y ni lo uno, ni lo otro, pues no hay nada más capitalista y más machista que cuestionar el feminismo que da derechos a las más vulnerables. 

Detrás de esto hay una verdad visible. No crean que esta gente hace este trabajo sucio para manchar derechos por voluntad propia y gratis, como un sacrificio. Cobran también en platós en contra de lo que pregonan, cuestionan leyes, crean bulos de la nada, monetizan sus redes sociales, se hacen pasar por profesiones que no ejercen y están organizados. Por ahora ya están emitiendo un hedor insoportable. Nos va a tocar destapar mucha basura. 

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