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La revolución de Trump

No parece aconsejable ni rasgarse las vestiduras ni alarmarse, al menos por el momento. Estados Unidos es una democracia madura y consolidada, con mecanismos de control y contrapesos institucionales que funcionan

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Atlas News

Donald Trump fue investido este lunes como el 47º presidente de los Estados Unidos. Tras su victoria en 2016 frente a Hillary Clinton y su derrota, cuatro años después, ante Joe Biden, derrota que nunca aceptó, Trump ha vuelto. Él mismo presumió en su discurso de ayer de la gesta que supone su regreso a la Casa Blanca. El que fue empresario y 'showman' televisivo se mostró más fuerte y seguro que nunca. Está convencido de que la historia le ha dado la razón, tras haber sido víctima de conjuras e injusticias de todo tipo. Se siente reafirmado y listo para desquitarse, vengarse quizás.

Donald Trump anunció el renacimiento de los EEUU y se comprometió a darle la vuelta por completo a una situación, la actual, que retrató como gris y un punto decadente. Hay que devolver al país, «el más extraordinario» de la Tierra, la primacía que merece, dijo. Hay que hacer que se le respete de nuevo, prometió. El ya presidente ofreció una auténtica revolución a sus compatriotas estadounidenses y les invitó a acompañarle a hacer realidad el que fue su lema de campaña, «Make America Great Again!».

Su discurso, pese a lo solemne de la ocasión, tuvo aires de mitin político. Dedicó buena parte de sus palabras a repasar la lista de las medidas y proyectos estrella que pretende impulsar. Actuaciones heterogéneas y muchas de ellas contradictorias entre sí, que van desde el combate contra la inmigración y la lucha contra la escalada de los precios hasta el aumento de la extracción de petróleo y gas, pasando por las barreras arancelarias, cambiar el nombre al Golfo de México o la conquista de Marte. También aseguró que aumentará el presupuesto militar y que su administración actuará como pacificadora más allá de sus fronteras. Como muestra, exhibió el alto el fuego en Gaza. Los presentes le aplaudieron sonoramente y muchos se pusieron repetidamente en pie.

El regreso de Donald Trump al poder despierta en muchos, en especial dentro de Estados Unidos, ilusión y entusiasmo. Otros, fuera y dentro del país, aguardan este segundo mandato con pesimismo e incluso verdadero miedo. Que Trump apareciera ayer, una vez coronado nuevamente, más dispuesto que nunca a pasar de las palabras a los hechos, a convertir en realidad sus promesas electorales, seguro que no les va a tranquilizar ni va a disipar los temores. Su alianza con las grandes compañías tecnológicas, que tiene a Elon Musk como estandarte, no resulta tampoco un buen augurio. 

Sin embargo, no parece aconsejable ni rasgarse las vestiduras ni alarmarse, al menos por el momento. Estados Unidos es una democracia madura y consolidada, con mecanismos de control y contrapesos institucionales que funcionan. Es además una sociedad robusta y plural, que esperemos que no vaya a permitir según qué excesos. Para la Unión Europea, la investidura de Trump como 47º presidente constituye un auténtico reto, un reto tal vez vital. Europa debe trabajar para fortalecerse internamente y afirmarse ante el mundo, lo que requiere unidad y convicción en la defensa de su modelo. Sin dejarse intimidar por una extrema derecha que hoy se siente fortalecida por el triunfo de Trump al otro lado del Atlántico. Los países europeos han de prepararse, al mismo tiempo, para seguir siendo relevantes en un mundo condicionado por una tensión cada vez más manifiesta entre los Estados Unidos y la China, así como sus respectivos aliados.