Opinión | Emergencia climática
Massimo Maoret

Massimo Maoret

Profesor de Dirección Estratégica de IESE

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¿Cómo va el futuro verde de Europa?

El cambio climático es un problema global, y la UE solo representa alrededor del 8% de las emisiones globales. Mientras tanto, China e India producen casi el 40% combinado y aún dependen del carbón

La COP29 logra un acuerdo final con 290.000 millones al año en financiación climática

Guía para entender el hidrógeno verde: qué es, cómo se obtiene y por qué promete ser la energía del futuro

España y Portugal lanzarán el 16 de diciembre su primer índice de precios del hidrógeno verde para activar esta tecnología.

España y Portugal lanzarán el 16 de diciembre su primer índice de precios del hidrógeno verde para activar esta tecnología. / EFE

La transición energética es como reparar el motor de un Fórmula 1 en plena carrera, y solo con una oportunidad para hacerlo bien. Las apuestas no podrían ser más altas (al fin y al cabo, solo tenemos un planeta), y el coste es monumental: el reciente informe Draghi estima 800.000 millones de euros anuales para asegurar el futuro verde de Europa. Entonces, ¿cómo vamos hasta ahora? Veamos lo bueno, lo malo, y lo feo.

Lo bueno: Para muchos sectores, la descarbonización no solo es ambientalmente viable, sino también económicamente inteligente. Por ejemplo, en la mayoría de los casos la electrificación de las actividades ofrece tanto una reducción de emisiones como ahorros a largo plazo. Esto se debe a dos razones principales: primero, las energías renovables, como la solar y la eólica, ya son las formas de generación de electricidad más económicas. Segundo, los motores eléctricos y las bombas de calor son, en general, más eficientes que sus equivalentes impulsados por combustibles fósiles. Impulsar un coche eléctrico, por ejemplo, puede costar hasta un 80% menos por kilómetro que uno de gasolina, y las bombas de calor para edificios pueden ahorrar miles de euros en costes operativos al año. En los procesos industriales, sectores que no requieren temperaturas superiores a 400 °C, como el de alimentos y bebidas o el de pulpa y papel, también pueden lograr ahorros en costes, o al menos llegar a un punto de equilibrio, al adoptar prácticas sostenibles. Estimo que, en España, más del 60% de las emisiones actuales podrían reducirse generando una ganancia neta a largo plazo. El principal obstáculo es el coste de entrada. Los coches eléctricos, las bombas de calor y otras tecnologías ecológicas exigen una inversión inicial considerable. Aquí, el capital privado debe jugar un papel fundamental, y esperamos ver a las instituciones financieras ofreciendo opciones de financiación específicas para activos con beneficios, tanto ambientales como económicos. La inversión pública también será crucial para acelerar el desarrollo de infraestructuras, como estaciones de carga y mejoras en la red eléctrica.

Lo malo: Desafortunadamente, el 30-40% de las emisiones en España provienen de sectores que requerirán una inversión sustancial para descarbonizarse, probablemente elevando los costes también en el largo plazo. Los procesos industriales de alta temperatura como la siderurgia, el cemento y la cerámica, junto con el transporte marítimo, aéreo y la agricultura, son difíciles de electrificar y necesitan rutas alternativas para la descarbonización, como la captura de carbono o el hidrógeno verde. El hidrógeno verde, producido a partir de agua y electricidad renovable, es un candidato clave para reemplazar a los combustibles fósiles en estas industrias. Este podría habilitar la producción de combustibles sostenibles, como metanol sintético, amoníaco y queroseno, para sectores como el transporte marítimo y la aviación. Sin embargo, el hidrógeno verde y sus derivados serán mucho más caros que sus equivalentes de combustibles fósiles en el corto y medio plazo, y quizás también en el largo plazo. Esto probablemente aumentará el coste de productos básicos como el acero, el cemento e incluso los alimentos, y encarecerá el transporte marítimo y aéreo global. A medida que estos costes aumenten, nuestros sistemas económicos pueden volverse menos competitivos, lo que hace que los incentivos públicos sean fundamentales para construir estas nuevas cadenas de suministro y reducir costes a lo largo del tiempo.

Lo feo: Incluso si superamos estos desafíos y logramos una descarbonización completa en España y Europa para 2050, la batalla no habrá terminado. El cambio climático es un problema global, y la UE solo representa alrededor del 8% de las emisiones globales. Mientras tanto, China e India producen casi el 40% combinado, aún dependen en gran medida del carbón y no planean alcanzar la neutralidad de carbono hasta 2060 y 2070, respectivamente. En África y en muchas regiones en desarrollo, se espera que las emisiones se dupliquen para 2050 a medida que sus economías crecen. La raíz de este desafío radica en nuestro éxito limitado con los acuerdos multilaterales y en crear modelos de desarrollo que permitan a las economías emergentes crecer de manera sostenible, como lo demuestra el limitado y decepcionante acuerdo alcanzado recientemente en la COP29. El Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (MAFC) de la UE es un intento para fomentar estándares más ecológicos a nivel global, ajustando el contenido de carbono en las importaciones para proteger a las industrias de la UE e incentivar a otros países a adoptar normas ecológicas similares a las europeas. Pero no está claro si tendrá éxito; existe el riesgo de que el aumento del proteccionismo haga que los exportadores simplemente prefieran redirigir sus intercambios hacia socios comerciales menos exigentes desde el punto de vista medioambiental.

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