Tiempos desvergonzados
La profesionalización de la política ha puesto la brújula moral en manos de los partidos, muy desconectados de la sociedad civil
Ábalos alerta al Congreso de que el juez ordenó investigar sin autorización del Supremo material suyo hallado en casa de Koldo

El Congreso cierra sus conclusiones sobre el suplicatorio de Ábalos
Koldo es como un cromo grotesco y Ábalos parece llevar debajo del brazo un manual de grandes descaros. En comparación, la novela picaresca es una visión cándida del comportamiento humano. La supera todos los días el volcado de teléfonos móviles, la mentira en directo y el desplante procaz desde el escaño. Es como coger lo más barato de un bazar chino e irse sin pagar.
Josep Pla decía que en España un gobernante no es más que un opositor transitoriamente triunfante que aplica y realiza sus ideas de oposición. Eso -razonaba- explica por qué en España no se gobierna nunca por alguna cosa sino siempre contra algo. A veces se diría que la transición democrática a la muerte de Franco fue la excepción a la norma, pero incluso aquella época se devalúa a todas luces al hablar del dictador hoy más que nunca. El espectáculo de todos los días parte de un sentido contrapuesto: gobernar no es integrar ni construir. Como se vio con el 'procés', a menudo se ejerce el poder para ir en contra de las instituciones. Algo así está pasando con la fiscalía general del Estado y las fricciones constantes entre el poder ejecutivo y el judicial.
En esta segunda década del siglo XXI lo innovador es una estandarización de la desvergüenza. Vivimos tiempos desvergonzados, como se constata en la política del día a día. Esas cosas se contagian a gran velocidad y así aparece una desvergüenza sin inhibiciones en la política, el periodismo o las nuevas costumbres. Era casi inevitable, entre otras cosas, después de relativizar la noción de verdad, banalizar la idea de bien común y diálogo público, limitando el debate al “y tú más”.
Es propio de nuestro tiempo que mucha gente tenga a Lincoln como un personaje de película y no como un hombre que habitó en la Historia. El honrado Abe supo adentrarse en las zonas más penumbrosas de la política para obtener el mayor bien público que fuese posible. Así logró la aprobación de la enmienda que abolía la esclavitud. Esa ha sido siempre la gran política que se hace a partir de la realidad. No de otro modo consiguió preservar la Unión y emancipar a unos cinco millones de esclavos negros. Lo logró fortaleciendo la libertad y no debilitándola.
El poder siempre ha tenido su lado oscuro y esa es la razón que ha llevado la humanidad a crear instituciones más resistentes a esa fuerza negativa. Incluso los políticos más identificados con el sistema demoliberal han caído en la tentación del poder como exceso. Ha habido cinismo, abuso, pena de cárcel, mentira metódica y tentación autoritaria y totalitaria. Y seguirá habiéndolas, porque ese es el fuste torcido de la humanidad.
Actualmente, la profesionalización de la política ha puesto la brújula moral en manos de los partidos, muy desconectados de la sociedad civil. Ahí pulula una fauna desvergonzada que un día u otro hace su entrada en los juzgados, con un séquito de cámaras y micrófonos. Regenerar es un verbo que el partidismo opaco no conjuga.
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