Opinión | Nuestro mundo es el mundo
Joan Tapia

Joan Tapia

Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Negociar a patadas?

La relación entre Puigdemont y Sánchez está pasando de la coexistencia sustentada por los intereses respectivos a una batalla con mucho ruido que escenifique que son enemigos, pero no se matan

El Gobierno y Junts negocian al límite para evitar una ruptura que tambalee la legislatura

El PP no ve a "corto" plazo lograr el apoyo de Junts o el PNV a una moción de censura contra Sánchez

El presidente de Junts, Carles Puigdemont, tras una reunión de la Ejecutiva permanente de Junts en Bruselas.

El presidente de Junts, Carles Puigdemont, tras una reunión de la Ejecutiva permanente de Junts en Bruselas. / Eric Lalmand / Europa Press

El resultado de las elecciones de 2023 hizo imposible un Gobierno del PP, que había ganado, porque su suma (137 escaños) más Vox (33), no tenía la mayoría absoluta. Pero Sánchez (121 escaños) necesitaba los votos no solo de los partidos que ya antes le habían apoyado sino también los de los siete diputados de JxC. Y así fue como a Puigdemont, que no tuvo buenos resultados, le tocó la lotería.

El candidato del PSOE, un constitucionalista que había apoyado el 155, tenía que ser investido por JxC, cuyo líder, perseguido por el Supremo, había huido a Waterloo. Fue un pacto difícil. Casi contra natura. Pero se hizo porque Puigdemont era la bisagra imprescindible. El PSOE tuvo que suscribir -vía Santos Cerdán- algunos documentos infumables y prometer la amnistía y, a cambio, Junts votó la investidura. Pura 'realpolitik'.

Pero el pacto era inestable por definición. Al contrario que a ERC, a Puigdemont no le liga ninguna solidaridad con la izquierda. Ni, como el PNV, interés en consolidar su autogobierno. No tenía, pues, mucho recorrido y ese ha sido el gran drama de la legislatura. Ahora parece que el PSOE va a rechazar la extraña proposición de Junts de que Sánchez se someta a un voto de confianza. Ese voto es una exclusiva potestad del presidente del Gobierno y aunque se sometiera y lo perdiera no tendría otro efecto -no menor- que un gran descrédito político. Y sería un peligroso precedente. Sánchez parece haber decidido que no podía seguir adelante con Puigdemont poniéndole cada día condiciones más humillantes. Aunque con Sánchez y Puigdemont nada es seguro. 

Al exiliado de Waterloo le interesa desgastar a Sánchez pero alargar la legislatura, porque sus siete diputados en Madrid son decisivos y así logra un gran protagonismo. Para humillarle, cuando le convenga, o para apoyarle y cobrarse algunos dividendos. Y sabe que aún no tiene la amnistía

Pero el precio a pagar -según Junts- sería el bloqueo de la legislatura. Nada de Presupuestos de 2025. Y si hasta ahora las negociaciones había sido punto a punto y a cara de perro, ahora las relaciones -no sabemos cuáles- serían a patadas. Lo que no quiere decir definitivamente rotas.

El objetivo de Puigdemont es la Generalitat que cree que le ha sido 'robada' por Salvador Illa, con la complicidad de ERC y el apoyo de Sánchez. No le interesa dejarle caer porque aún están pendientes la amnistía y otras cosas. Pero no tiene ningún interés en consolidarle. La España progresista no es su horizonte. Y a diferencia del PNV no gobierna Catalunya con el apoyo del PSC, sino que el PSC ha quebrado la mayoría independentista e Illa pretende gobernar Catalunya a largo plazo. Para Puigdemont, no lo peor de lo peor, pero casi casi.

Puigdemont no quiere, a corto, hacer caer a Sánchez. Primero por la amnistía, que el PP (y Vox) han recurrido al Constitucional. Segundo, porque votar una moción de censura constructiva -así son en España- con Feijóo de candidato y juntando sus votos al PP y a Vox le haría perder credibilidad en Catalunya. En la última encuesta del CEO de la Generalitat, el político preferido para presidir España (28%) era Pedro Sánchez y Feijóo solo lo era, empatado con Yolanda Díaz, para el 3%. Y entre los electores de Junts la inclinación por Sánchez era del 40%. Por tanto, salvo giro espectacular de Feijóo, la moción de censura con la que especula -sin creer- el líder del PP parece, hoy por hoy imposible.

¿Una moción de censura con un candidato neutro -un jurista de prestigio- cuyo único programa fuera acabar la legislatura con unas inmediatas elecciones? Hoy tampoco parece probable porque a Puigdemont le puede convenir estirar la legislatura. Con ella tiene un gran protagonismo garantizado pues sus votos son decisivos. Para que Sánchez pueda sacar algunas leyes. O para zarandearle. Nada le puede asegurar que en otra legislatura tuviera un papel similar. En las generales del 2023 a Puigdemont le tocó la lotería. Y nadie tira un décimo ganador.

¿Qué pasará? Con Sánchez y Puigdemont todo es posible. Pero puede ser que Puigdemont trabaje para debilitar a Sánchez sin hacerlo caer. Mantendría así su protagonismo en Madrid y podría pactar -cuando le interesara- con la derecha económica y ganar cierta respetabilidad. Y asegurarse la amnistía y algo más con Sánchez. ¿Si castiga a Sánchez debilita también a Illa en Catalunya? 

Pero Puigdemont no es el rey del mambo. Hay casos judiciales, la economía es volátil y la extrema derecha puede crecer en Europa a la sombra de Trump, que ya el lunes toma posesión.  

Suscríbete para seguir leyendo