Nadie pita mano en Arabia Saudí
Si prosigue la fructífera relación del fútbol con las autocracias religiosas de Oriente Próximo tal vez lo más seguro será fabricar burkas con los colores de cada club
Louzán agradece "el cariño" de Arabia Saudí y calla sobre el acoso a familiares y aficionadas del Mallorca

Rafael Louzán, durante el acto con Laporta, Butragueño y el cónsul español en Arabia Saudí. / RFEF
Por lo visto, no se ha fumigado correctamente el sillón del despacho del infausto Luis Rubiales en la Federación Española de Fútbol tras su celebrada dimisión. Solo así se entiende la reacción de su sucesor, Rafael Louzán, al silenciado escándalo de la agresión sexual en masa a las acompañantes del Real Mallorca en la Supercopa de Arabia Saudí. Ha propuesto renovar dicha pachanga petrolífera «como una forma de agradecer el cariño que nos han dado aquí», y organizar además otra competición de fútbol femenino en aquel desierto. O sea, que el citado directivo que confunde sobeteo con cortesía, cuando no son sus nalgas las que están en juego, visualiza un futuro en el que Cata Coll, Olga Carmona o Aitana Bonmatí exhiben su poderío en el césped sin importarles que a sus respectivas madres, hermanas, amigas o abuelas les metan mano en el graderío unos hinchas desatados, acostumbrados a pasarse por el forro los derechos humanos de las mujeres, por el precio de una entrada. No le importará al preboste federativo poner un hipotético balón en el tejado de las deportistas españolas, obligadas a mostrarse siempre más valientes que sus compañeros, aunque sabe de sobra qué piensan muchas de ellas. No en vano, un centenar de atletas de todo el mundo exigió hace meses a la FIFA que cancelara su patrocinio con una empresa de crudo propiedad del Estado saudí por considerarlo «una peineta al fútbol femenino», poniendo énfasis en la discriminación que sufren mujeres y homosexuales por aquellos lares. En el marcador de la decencia, ellas suelen ir por delante. No las veo sudando ante semejante público, la verdad, pero por si ocurre pueden ir blindando los vestuarios.
La Arabia Feliz de Louzán, ese «gran país» con el que quiere «ir de la mano», compró un clásico español Madrid-Barça, y eso tuvo. Si el resultado satisfizo, o si los comparsas invitados para hacer bulto no se sintieron cómodos con la pésima educación y peor organización de sus anfitriones se inscribe en la letra pequeña de un contrato millonario. El hostigamiento a la afición mallorquinista es un peaje mínimo, una manchita que se puede blanquear con un post de Georgina Rodríguez en mallas apretadas mirando desde lejos el minarete de una mezquita, o con una sonrisa de Rafa Nadal porque ese país no es tan malo como lo pinta el feminismo exagerado. No dejará el presidente de la Federación que un poquito de barro machirulo le ‘sal-pique’, que cantaría Shakira. Nada sorprendente. Nadie en su sano juicio espera que una revolución se origine en un palco de señoros, ni tampoco que sus ocupantes habituales se preocupen por los equipos de la periferia y sus simpatizantes. Después de una semana, Louzán ha pedido disculpas con la boca pequeña, por la queja oficial del Govern. Sin embargo, la ministra de Deportes, que además es portavoz de un Gobierno comprometido con la igualdad, Pilar Alegría, todavía no ha dicho esta boca es mía. Ni siquiera se ha molestado en anunciar la inminente creación de un Observatorio contra la Violencia Machista en las Gradas, nutrido por teóricas de la materia, que propongan cursillos de cómo ir al baño en el descanso sin que un fulano te toque las tetas o cómo celebrar un gol con la debida discreción. Aunque si prosigue la fructífera relación del fútbol con las autocracias religiosas de Oriente Próximo tal vez lo más seguro será fabricar burkas con los colores de cada club, para que se los pongan las aficionadas.
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