Opinión | Asedio ideológico

Emma Riverola

Emma Riverola

Escritora

El que pueda hacer, que haga

El desgaste del ejecutivo progresista es notorio. Y no solo por la presión nacional. Basta mirar al mundo para echarse a temblar

Donald Trump y Elon Musk.

Donald Trump y Elon Musk. / BRANDON BELL / AP

José María Aznar se expresó con claridad aquel noviembre de 2023: “El que pueda hablar, que hable; el que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte; el que se pueda mover, que se mueva. Cada uno en su responsabilidad tiene que ser consciente de la situación de crisis en la que estamos”. La arenga de efluvios golpistas pretendía frenar la amnistía y poner difícil la investidura de Pedro Sánchez. El eco de la soflama sigue vigente. Políticos, jueces y medios bombardean al gobierno de forma inclemente. El desgaste del ejecutivo progresista es notorio. Y no solo por la presión nacional. Basta mirar al mundo para echarse a temblar. ¿En qué momento se nos resquebrajó la fe en la democracia y en los derechos humanos?  

Cuesta digerir la resurrección del fascismo, el retorno de los sueños imperiales y los discursos de odio. Resulta demoledor que la ultraderecha encarne los sueños de buena parte de los más jóvenes, también que se haya hecho un hueco entre las rentas más bajas. Elon Musk se ha convertido en el escudero de Trump y no tiene reparos en instar a los alemanes a votar AfD, el partido de extrema derecha. “Hitler era comunista”, afirmó su candidata en una conversación delirante con el dueño de X. Entre nosotros también tenemos amistades peligrosas. "Limpiaremos España en dos días y nos sobrará uno", afirmó el dueño de Desokupa junto a Abascal. "Me parece muy bien. ¡Viva España!", respondió el líder de Vox. Hablaban de ocupaciones, pero ya se sabe, uno empieza a limpiar y no para. 

Las democracias europeas andan alicaídas mientras florecen líderes autoritarios aquí y allá del planeta. Ahí está Netanyahu, demostrando que se puede cometer un genocidio sin que nadie le pare los pies y dispuesto a cambiar el mapa de Oriente Medio. O Bukele, que ha transformado a El Salvador en una cárcel y su modelo gana adeptos en América Latina. Milei, Putin, Trump… Sí, abundan los líderes con ansias de transcender en el nuevo orden mundial. Ni uno solo de ellos se declara abanderado de la paz y el bienestar. Ni uno solo asume los enormes desafíos del planeta ni esboza soluciones, más allá de culpar a los más débiles de los destrozos de los poderosos.

Ante el asedio ideológico, no son pocas las voces progresistas que caen en la trampa del ‘hemos ido demasiado lejos’. Demasiado lejos en la defensa del feminismo y de los colectivos vulnerables, en la acogida de migrantes o en las medidas contra el cambio climático. Pero la democracia no se protege regateando su ambición. Estamos en un momento histórico clave, imposible no reconocer la gravedad de la situación. Contenemos el aliento, criticamos y nos alarmamos. ¿Algo más? Entonces llega un eco: “El que puede hacer, que haga”. ¿Por qué no dar la vuelta a la soflama? Cada uno en la medida de su responsabilidad y su capacidad. Tratar de plantar cara al odio y a las mentiras. Hablar, escribir, crear, decidir… lo que sea, lo que se pueda. Al menos, que un día no nos muramos de vergüenza cuando nos pregunten qué hacíamos mientras el mundo se desmoronaba.