Opinión | Incendios en Los Ángeles
Andreu Escrivà

Andreu Escrivà

Ambientólogo y doctor en Biodiversidad. Autor del libro 'Encara no és tard: claus per entendre i aturar el canvi climàtic'. 

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Una historia humana

Arde California en invierno, en el mismo enero en el que el negacionista en jefe volverá a la Casa Blanca, en la misma semana que conocemos la pésima noticia de que la temperatura global del planeta ha aumentado en 1,6 ºC

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Incendios en Los Ángeles

Incendios en Los Ángeles / Ringo Chiu / REUTERS

Los que tiene lugar estos días en Los Ángeles no son los primeros incendios mediáticos de Norteamérica, cuyas imágenes copan la actualidad informativa. Recuerden aquella icónica fotografía captada por Kristi McCluer, en 2017, en la que se veía a un grupo de personas jugando al golf con el telón de fondo de centenares de árboles en llamas. Era el incendio de Eagle Creek, en Oregón. Recuerden también los devastadores incendios de California en 2021, que arrasaron más de un millón de hectáreas y dejaron un triste rastro de caos y desesperación. El mismo año, el pueblo canadiense de Lytton fue reducido a cenizas tras haber sufrido temperaturas récord pocos días antes. Y en 2023, pudimos ver el cielo de Nueva York tornarse naranja a raíz de los incendios forestales de Canadá.

Entonces, ¿por qué tanto alboroto por unos incendios que son unos más de una larga lista? Porque los fuegos de Los Ángeles impactan en vidas que conoce media humanidad. Frente a la frialdad con la que contemplamos los desastres naturales en lugares del mundo que, tristemente, no sabríamos situar en el mapa, sí sabemos dónde está la meca del cine y conocemos a muchos de quienes la habitan. Su rostro y su biografía nos resulta familiar; existe un vínculo. Este fuego es, por encima de todo, una historia humana. "Un día estás nadando en la piscina y al día siguiente ya no queda nada", dijo el actor James Woods en una entrevista.

Sin embargo, debemos combatir esta falsa sensación de familiaridad. A quienes de verdad conocemos y con quienes deberíamos sentirnos unidos, sepamos o no sus nombres, son a todas las personas que lo han perdido todo y no saben cómo podrán empezar de nuevo, a diferencia de los actores y actrices cuyas mansiones se han visto afectadas. Mientras que algunos podrán rehacerse con rapidez y facilidad (¡es posible que incluso vendiendo alguna exclusiva a una revista o televisión!), muchas personas sufrirán la incertidumbre y se encontrarán desamparadas.

La analogía de estas llamas con el incendio global que representa el cambio climático, factor crucial en la génesis y el potencial destructivo de estos fuegos, no debe focalizarse en que nos afecta a todos por igual. La similitud es que aquellos que más han contribuido al agravamiento de las temperaturas (los más ricos y las políticas por ellos impulsadas) generan unas condiciones de inhabitabilidad para todo el mundo, de las que sin embargo solo ellos podrán escapar con seguridad. Estamos en la misma tormenta, pero no vamos en el mismo barco.

Arde California en invierno, en el mismo enero en el que el negacionista en jefe volverá a la Casa Blanca, en la misma semana que conocemos la pésima -aunque esperada- noticia de que la temperatura global del planeta ha aumentado en 1,6 ºC durante los últimos 150 años. Pero no está todo perdido. Para combatir el pesimismo debemos entender cuanto antes que el cambio climático es una historia humana. Y que hay algo que tenemos más cerca y conocemos mejor que a los actores y actrices del cine y la televisión: a los vecinos y vecinas de nuestros barrios y pueblos.

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