Opinión | La espiral de la libreta
Olga Merino

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Periodista y escritora

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A vueltas con Franco medio siglo después

Todas las celebraciones tienen algo de farsa. Pero puestos a festejar, habría sido más acertado trasladar la fecha al 15 de junio de 2027, cuando se cumplirán 50 años de las primeras elecciones libres  

Pedro Sánchez: “Olvidar los errores del pasado es el primer paso para que estos se repitan de nuevo”

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Agencia ATLAS / Foto: José Luis Roca

La muerte del dictador me pilló con 10 años y conservo, por tanto, un recuerdo infantil, a fogonazos en blanco y negro: Arias Navarro en la tele, con la voz compungida; mi madre, que bajó enseguida a comprar aceite y legumbres, por si acaso, por la memoria del hambre; y el clima de inquietud en el rellano, entre otras razones porque el hijo de los vecinos estaba haciendo la mili en Melilla. Suspendieron el cole. Intuía que se estaba cociendo algo gordo y era más o menos consciente de lo que habían supuesto la guerra y la posguerra para los míos, aunque apenas se hablara de ello: la cárcel para un abuelo, el exilio a México de una rama, y hasta cierto punto también la inmigración, por la perpetuación de la pobreza en el sur. Pero diría que mi familia, como la gran mayoría de españoles, transitó por la larga noche del franquismo según el lema no escrito de calla, trabaja, no te signifiques.

Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España y generalísimo de los ejércitos, falleció en la cama, en una cama del hospital de La Paz, a las 5.25 de la mañana, hora oficial, del 20 de noviembre de 1975, jornada que cayó en jueves. Y mira por dónde, cuando faltan 11 meses para que se cumpla exacta la efeméride, el Gobierno ha decidido sacarlo bajo palio, como antaño, con una serie de conmemoraciones hasta entonces. Tal vez habría bastado con un solo acto el próximo 20-N, pero cuando vienen mal dadas conviene atrincherarse en el cuarto de las banderas, seguir con el racarraca perpetuo de las dos Españas enfrentadas. Veremos qué pasa con los presupuestos generales.

Todas las celebraciones, además, contienen algo de farsa. En España aún sigue habiendo muertos sepultados en las cunetas. Tampoco se quiso desenterrar el estrecho vínculo de los linajes familiares de las élites con el franquismo y el aprovechamiento de la posguerra para medrar. Se prefirió el ‘pasapalabra’, el mirar hacia otro lado. La Transición fue un gran pacto amnésico; supongo que en aquel momento no hubo otra forma de hacerlo. Puestos a celebrar, se podría haber desplazado la fecha un par de años, hasta el 15 de junio de 2027, cuando se cumplirá el 50º aniversario de las primeras elecciones libres.

Habría sido hermosísimo, vivificante y sanador un ejercicio de catarsis colectiva en este país, haber ahondado en el conocimiento histórico durante este medio siglo, pero ha resultado imposible. Una de las herencias más fastidiosas de la dictadura ha sido precisamente la dificultad de consolidar una derecha liberal, al estilo de las europeas. El Partido Popular desaprovechó la oportunidad de marcar distancias con el franquismo; por ejemplo, cuando se abstuvo en la votación del decreto ley que aprobó exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos para trasladarlos al panteón familiar de Mingorrubio, en El Pardo. Ahora, cuando soplan vientos reaccionarios por todos los confines del planeta, ya es tarde, me temo. Feijóo, la supuesta moderación, dice que le dan pereza los actos por la muerte del dictador. Porque Vox, que reivindica su legado, se lo come por los pies. 

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