Escritor y periodista
Juan Soto Ivars
Juan Soto IvarsEscritor y periodista
Dónde huir en caso de guerra nuclear
Sería muy interesante, en un mundo armado, conocer escenarios en los que la humanidad vuelve a ver el brillo del hongo sobre una zona poblada, pero donde todos los actores tienen intereses superiores a la destrucción total
Empecé el año leyendo un libro nada optimista, 'Guerra nuclear', de Annie Jacobsen (Debate). No tenía muchas ganas de sumergirme en un ensayo, pero terminé absorbiendo las páginas de este hasta el final. Lo hice, como una esponja diabólica, movido por el morbo; fascinado por este relato pseudorrealista que narra cómo sería la destrucción total en caso de que alguien pulsara el botón nuclear. Ahora, solo sé dónde tengo que ir con mi familia en caso de que empiece la guerra: al sur de Argentina. El problema es que, según Jacobsen, tampoco me va a dar tiempo.
La publicación de este libro es uno de los síntomas de la restauración de la Guerra Fría. En los años del conflicto entre EEUU y la URSS, los productos culturales sobre la guerra atómica se multiplicaron. Había ensayos como éste a punta pala, material para las escuelas y un sinfín de películas y libros de ficción como 'Dr. Strangelove', 'Threads', o 'La hora final'. Recuerdo el trauma que me dejó 'El día después', un telefilm de los 80, o las pesadillas después de un visionado demasiado temprano de 'Cuando el viento sopla'. 'Guerra nuclear', de Jacobsen, va por ahí. Es una señal tan evidente de regreso de las viejas pesadillas como la resurrección de Mad Max o Godzilla. Se trata de citar a muchos expertos e informes gubernamentales medio censurados, de forma que una idea quede fija en la mente del lector: ¡el fin está ahí!
Pero un momento. El subtítulo del libro es 'un escenario', y ahí está su principal debilidad. La autora construye una ficción realista, algo que podría dejar de serlo, pero solo en el peor de los casos imaginables. En esta historia, Corea del Norte dispara un misil intercontinental contra Estados Unidos que los sistemas de satélite del país detectan segundos después del lanzamiento. Empieza a correr un reloj y mientras pasan los minutos conocemos todos los protocolos del jefe de la OTAN. Descubrimos que el presidente de turno dispondría solo de seis minutos tras detectar el ataque para razonar una respuesta. En el relato de Jacobsen, la respuesta es la destrucción absoluta de Corea del Norte.
Sin embargo, cuenta el libro, los efectos de esta represalia afectarían a países vecinos de Corea con capacidad nuclear, como Rusia y China, lo que activaría nuevos protocolos en estas naciones atómicas y nuevas respuestas, de forma que, en un plazo máximo de dos horas desde el lanzamiento del primer misil, el mundo civilizado en su conjunto sería un recuerdo remoto del pasado y el hemisferio Norte un lugar inhabitable para el 100% de la población.
Todo esto lo cuenta Jacobsen a la manera de los periodistas de investigación estadounidenses: con muchas notas al pie a cada pocas líneas, como si con esto quedara abolida la imaginación. Pero es un escenario, digamos, disparatado. De acuerdo en que la proliferación nuclear es un auténtico disparate. Pero un uso masivo como el descrito solo sería posible en caso de que todos los jugadores decidieran que es hora de prender fuego al dinero recaudado. ¿Tan locos están?
En el libro no se explican las razones. Corea del Norte lanza su ataque sin otra explicación que el síndrome del 'rey loco'; Estados Unidos responde sin lograr establecer contacto primero con Rusia; Rusia valora que Estados Unidos ataca su país debido a unos sistemas de satélite incapaces de analizar trayectorias; y todo se remata en una inercia enloquecida que cumple con el viejo adagio de la Guerra Fría que ha sido, en realidad, el cimiento de la disuasión: destrucción mutua asegurada.
Como cuento para no dormir, entretiene. Sin embargo, dado que las armas atómicas están efectivamente ahí y las tensiones entre los países con capacidad nuclear se han recrudecido, echo en falta algo más por parte de Jacobsen. Por ejemplo, que la autora plantee algunos escenarios menos negros y espectaculares, pero por desgracia mucho más plausibles. Por ejemplo, qué ocurriría si Vladimir Putin lanza un arma nuclear táctica sobre Ucrania; o si India y Paqkistán emplean una parte de su armamento en el conflicto de Cachemira; o si un grupo de suicidas se hace con una de las armas nucleares fabricadas por Irán y la hace detonar cerca de Israel.
Es decir: sería muy interesante, en un mundo armado, conocer escenarios en los que la humanidad vuelve a ver el brillo del hongo sobre una zona poblada, pero donde todos los actores tienen intereses superiores a la destrucción total. Y esto, por desgracia, no está escrito. Al menos, aquí.
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