Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO
Andreu Claret
Andreu ClaretPeriodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO
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Hablar de Franco para unir, no para dividir
Toca hablar de los logros que nos han hecho mejores. Este debe ser el sentido de una conmemoración que debería contar con la participación de todos los demócratas
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Conmemorar los cincuenta años de la muerte de Franco es algo más que hacer justicia a nuestra historia contemporánea. De acertar en el espíritu y los formatos, la iniciativa del Gobierno puede ayudar a producir anticuerpos frente a las nuevas tentaciones autoritarias que, por lo visto, fascinan a muchos jóvenes. En ese sentido, creo que la decisión del Partido Popular de no participar en los actos previstos constituye un error. Ha prevalecido el temor a lo que dirán Vox y las redes, donde ha empezado la caricatura. ‘Guerracivilismo’ ha sido la palabra acuñada por un grupo de intelectuales contrarios a la conmemoración. Si en vez de ser un prejuicio formulado con intenciones políticas, hubiese sido una advertencia, podría estar de acuerdo. Efectivamente, hay que evitar el riesgo de un enfoque divisivo. No es lo mismo conmemorar la muerte de Franco que celebrar el desembarco de Normandía. Por medio está una cruenta guerra civil. El nazismo une a los europeos (por el momento). Franco todavía puede dividir a los españoles. Este punto de partida debe ser tenido en cuenta para que la conmemoración no agrave la polarización de nuestra sociedad. ¿Cómo conseguirlo? Defendiendo la verdad completa sobre lo que ha sido nuestra historia colectiva desde que Franco se alzó contra la República. Recordando la barbarie que supusieron la guerra y el nuevo régimen, pero sin dejar de mencionar la violencia que asoló el campo republicano durante la contienda. La democracia de este país está preparada para ello.
Para alcanzar sus objetivos –‘evitar que pueda volver a ocurrir’, por decirlo en palabras de Pedro Sánchez– la conmemoración debe combatir tergiversaciones y olvidos. La idea que pretende achacar el franquismo a los males de la República. ‘No lo condeno porque libró a España de la revolución’, escribió hace tiempo Pío Moa, uno de los impulsores del revisionismo más descarnado. Fines y medios. Los cientos de miles de muertos provocados por la dictadura franquista o los millones de víctimas que dejó la barbarie nazi justificados como el precio a pagar para evitar supuestos males mayores. Hoy, esta narrativa está destinada a legitimar el ascenso de la extrema derecha. ¿Cómo combatirla? Con una argumentación sólida sobre el origen y la responsabilidad del franquismo que no esté reñida con la necesidad de asumir la complejidad de la guerra civil. De ahí también pueden sacarse enseñanzas para ‘evitar que pueda volver a ocurrir’.
Tengo una modesta experiencia en este ejercicio, después de haber publicado cuatro novelas ambientadas en la retaguardia catalana durante la guerra y en el exilio. Mi contacto con cientos de lectores en presentaciones y clubes de lectura me permite sostener que ya es posible hablar de la guerra con espíritu de reconciliación y concordia. Hace unos veinte años, cuando publiqué mi primera novela, era más difícil. Predominaban el miedo y la amnesia. ‘Usted no sabe lo qué pasó aquí’, era la frase más escuchada en muchos pueblos catalanes, por parte de muchos lectores que no se referían solo a la llegada de los que acabaron con todo. La libertad, la lengua y la vida de mucha gente. Aludían también a las exacciones contra opositores y religiosos que habían devastado el campo republicano. A la violencia, que hizo tanto daño social y reputacional a la República. Mi padre, que ejerció de comisario en un hospital de Montjuic, lo resumía a su manera, en las sobremesas del exilio: ‘la guerra no la ha ganado Franco, la hemos perdido nosotros’. Sabía que era una sentencia injusta, porqué Franco contó con Hitler y Mussolini, pero tenía el valor de poner el acento en la tragedia de la retaguardia.
Ahora toca hablar de los logros que nos han hecho mejores desde que murió Franco. Este debe ser el sentido de una conmemoración que debería contar con la participación de todos los demócratas. Para ello, hay que hablar de todo. De lo que los republicanos hicieron bien, y de lo que no hicieron tan bien. De los logros de la transición y de sus límites. Sólo así conseguiremos convencer a los jóvenes de que, pese a todo, la democracia siempre es mejor que el autoritarismo. Yendo con la verdad por delante. Toda la verdad. La verdad completa.
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