Opinión | Cultura
Albert Soler

Albert Soler

Periodista

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es Navidad: el lacismo nos perdona

Con el “a pesar de todo” -deduje- nos estaba perdonando, tal vez hasta absolviendo, a Cercas y a mí mismo, por pensar distinto a él. A eso se le llama tener gran corazón

Javier Cercas ingresa en la RAE reivindicando el poder emancipador de la literatura y la figura de Javier Marías

Javier Cercas, ahir, en l’acte que va suposar la seva entrada a la Real Academia Española.  | BORJA SANCHEZ-TRILLO / EFE

Javier Cercas, ahir, en l’acte que va suposar la seva entrada a la Real Academia Española. | BORJA SANCHEZ-TRILLO / EFE

Será que la Navidad hace que afloren los buenos sentimientos. El otro día, un personaje de los que cortan el bacalao cultural en mi ciudad -poco bacalao cultural hay por aquí, dicho sea de paso, más bien es un boquerón cultural- me aseguró que había felicitado a Javier Cercas por su reciente nombramiento como miembro de la RAE.

-Le escribí diciéndole “A pesar de todo, enhorabuena”- me reveló el hombre, a todas luces satisfecho de su gesto de buena voluntad.

Nótese el buen corazón de mi interlocutor, que le perdonó a Cercas todos sus pecados, todas sus faltas y todas sus putadas. Debo confesar que afloraron las lágrimas a mis ojos y que estuve a punto de abrazar a ese gurú cultural. Me abstuve solamente porque, de natural curioso, preferí preguntarle qué abarcaba ese “a pesar de todo”: quise conocer qué inimaginables perrerías le había hecho Cercas a ese honrado ciudadano, que ahora le eran perdonadas.

-Ya lo sabes- fue su única respuesta, adornada con una sonrisa, en mi ciudad eso de sonreír se lleva mucho cuando uno prefiere no hablar, también cuando esperan que el otro se confíe para darle más fuerte, en Girona somos así.

No contento con la magnanimidad demostrada hasta el momento, añadió que, llegado el caso -improbable, pensé yo- de que tuviera que felicitarme a mí por lo que fuere, lo haría también con la coletilla “a pesar de todo”. Eso me sorprendió sobremanera, porque no recuerdo haber hurtado nunca un ejemplar de su librería, ni haberlo mirado jamás impúdicamente, ni haber comido con las manos en su presencia, ni siquiera haber asesinado alguna vez a alguno de sus familiares. Tal vez Cercas sí, de ahí que se haga merecedor del “a pesar de todo”, pero no yo, o por lo menos no me vino en aquel momento a la memoria. Me fui así, feliz y absuelto, aunque sin saber de qué.

Ya en casa, le estuve dando vueltas al asunto, incluso repasé mi agenda de años muy remotos, para ver si ahí constaba algún delito de sangre cometido contra ese honorable prohombre de mi ciudad, o por lo menos contra su hacienda. En vano. No encontré nada. Entonces caí en la cuenta de que este buen comerciante es lacista de pro, o por lo menos lo era cuando tal cosa estaba de moda entre catalanes de bien y además significaba arrimarse al poder. Es decir, con el “a pesar de todo” -deduje- nos estaba perdonando, tal vez hasta absolviendo, a Cercas y a mí mismo, por pensar distinto a él. A eso se le llama tener gran corazón.

Pedro Sánchez se ha equivocado. Los que debían ser indultados no eran los líderes independentistas, sino los catalanes -como Cercas y yo mismo- que cometimos el delito de no creernos las patrañas de estos y, peor aún, lo hicimos público, decepcionando así a todos los lacistas que generosamente nos permitían pensar distinto siempre que ese pensamiento no viera la luz. Vaya en favor de Sánchez que nosotros no tenemos votos que venderle -Cercas tiene el de la letra R en la RAE, pero no creo que sirva para mantener a un presidente en el poder- y por lo tanto no merecemos su exculpación. Por eso me congratula ver que quedan lacistas dispuestos a perdonar nuestros pecados. Y sin ni siquiera exigirnos propósito de enmienda, como sí exigía el cura que nos confesaba cuando eso se llevaba, lo que confirma -por si hacía falta- que el lacismo es una gran comunidad de gente de buen corazón. Los malvados somos los demás.

Que me perdonen la vida así, yendo de paseo y sin pedirme nada a cambio, me reconcilia con el género humano. Es como si le dijeran a uno “piensas distinto a mí, pero no te preocupes, no te lo tendré en cuenta: 'ego te absolvo'”. De haber tenido cola, la habría movido con gusto, y de no tener las articulaciones hechas cisco, habría caído de hinojos y besado con gratitud la mano de mi benefactor.

Los imagino estos días deseando feliz Navidad a pesar de todo, o próspero año nuevo a pesar de todo, y no puedo menos que preguntarme cómo pueden sentirse superiores los lacistas a pesar de todo.

Suscríbete para seguir leyendo