
Directora adjunta de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA

Gemma Martínez
Gemma MartínezDirectora adjunta de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA
Periodista
La charcutería que resucitó de la dana

Barranco de Paiporta, el 23 de diciembre, casi dos meses después de la dana. / Gemma Martínez
Lunes 23 de diciembre, víspera de Nochebuena. Vuelvo a mi tierra y recorro las calles de Paiporta, la localidad más castigada por la dana, donde 46 vecinos fallecieron el pasado 29 de octubre. Verla en persona, huérfana de cámaras de televisión y casi dos meses después, duele mucho. Aunque ya no parezca la ciudad fantasma y apocalíptica que plantó cara a los políticos, los restos del barro que la anegó aún pueden verse en vías públicas, alcantarillado, viviendas, comercios, garajes y coches abandonados por doquier, tanto en las calles adyacentes al barranco como en el depósito alejado del centro del casco urbano. Los militares de la UME y de la Policía Naval limpian, mientras los voluntarios de la World Central Kitchen dan café gratis a los vecinos que se acercan al Ateneo Musical.
A pocos metros de allí, conozco a Vanesa Aranda, dueña de Charcutería y Salazones María, comercio que lleva el nombre de su abuela y que prueba que el agua llegó a más de 2 metros de altura. Vanesa, madre de tres hijos, acaba de reabrir -solo 3 días antes de mi visita- gracias a las ayudas que logró a través de una web de micromecenazgo y de las redes sociales. Cansada, pero feliz y agradecida, dice que nunca olvidará los nombres de los que no la soltaron en los momentos más duros. Emociona verla tras el mostrador mientras compro longanizas de Pascua, queso de oveja suave de la Sierra de Espadán y dulces que ha preparado para la reapertura. Qué mejor forma de devolverle lo que ha hecho por la sociedad que consumir productos de su establecimiento, uno de los pocos abiertos en la calle Primero de Mayo, que está adornada con estrellas y con frases como «Paiporta, qué valientes sois».

Coche abandonado en Paiporta, el 23 de diciembre. / Gemma Martínez
Casos como el de la charcutera todavía son minoritarios en una ciudad herida de forma muy honda. Pero, aun así, Vanesa ejemplifica que la recuperación es posible gracias a la solidaridad privada. Esta es necesaria y digna de alabar, pero no puede suplir el papel de unas administraciones públicas descoordinadas y lentas en el acompañamiento a los afectados y en la entrega de las ayudas. Les ocupa más el rifirrafe político que sacar lecciones de lo vivido en Paiporta, donde todavía hoy impresiona la cantidad de viviendas que están en zonas inundables, que volverán a sufrir con cada nueva dana. Cuesta creer que las autoridades vayan a reaccionar, pero deben hacerlo o lo lamentarán después.
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