Opinión | Desperfectos
Valentí Puig

Valentí Puig

Escritor y periodista.

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Navidades sin tregua

La humanidad no vive un minuto sin guerra en algún lugar. Ahora mismo, Ucrania, Gaza, también en Sudán, guerra contra los narcos, en Etiopía y en el Sahel

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Una tregua navideña en Ucrania sería un esbozo de acuerdo para una congelación del conflicto y tal vez preludio de una paz concertada. En la Primera Guerra Mundial el alto mando alemán y el aliado se quedaron perplejos cuando las tropas en combate prolongaron la tregua de Navidad con una confraternización que alteraba la disciplina militar en ambos bandos. Bebieron y brindaron, intercambiaron cigarrillos, hubo abrazos. De 1914 a 2024 va más de un siglo con otra guerra mundial y una bomba atómica, totalitarismos, una guerra fría, demasiados conflictos bélicos, y a la vez mejoras para la humanidad, que cada año celebra el nacimiento del hijo de un carpintero. Más allá de las treguas navideñas, la humanidad no vive un minuto sin guerra en algún lugar. Ahora mismo, Ucrania, Gaza, también en Sudán, guerra contra los narcos, en Etiopía y en el Sahel. Fue siniestra la Navidad en los Balcanes.

No hay mejor escenario para una tregua que el espíritu de la Navidad. Unas generaciones fueron a ver belenes, otras han disfrutado con dibujos animados y ahora nos subimos al 'Polar Express' en busca de Papá Noel. Por ahí vienen los tres Reyes Magos, ondulando por desiertos hacia el portal de Belén.

Mucho más que el alto el fuego oficial, las treguas de 1914 fueron una concordia espontánea entre hombres armados, mientras pasaba la estrella de Oriente. Hubo partidos de fútbol entre alemanes e ingleses y villancicos a coro. Fue la alegría fugaz en aquellas trincheras hasta que la invención y uso del gas mostaza llenó de guerra y destrucción los trescientos sesenta y cinco días del año, hasta 1919. Cayeron imperios, hubo revoluciones. La postguerra trajo otra guerra y la segunda guerra se prolongó en la guerra fría. Pero lo sagrado sigue estando más a mano cuando nos llega la Navidad.

Hay otras treguas muy lejos de las trincheras, de la pizza recalentada en el microondas a los festines de nuevo rico, de los comedores de Cáritas a los bares para gentes solitarias. En cualquier instante navideño olvidamos que alguna vez perdimos la inocencia. Alguien vaga por los grandes centros comerciales para regalarnos los calcetines de cada año.

Dickens sigue siendo el gran portavoz de la Navidad. En su 'Canción de Navidad', el coñac del 'pudding' llamea con una rama de acebo clavada en lo alto. A continuación, el ponche. Feliz Navidad, año tras año. Cambian las costumbres, aparecen Papá Noel y el árbol de Navidad pero Navidad es familia. A veces solo fugazmente, reencontramos una cierta cordialidad. Lo sagrado también está más a mano con la Navidad, aunque para muchos solo sea un acto comercial.

Estaba abarrotada la posada de Belén. José y María buscaron cobijo en un establo. Ella dio a luz a su hijo primogénito y lo acostó en un pesebre. De ahí, una vida que refunda el mundo y deja vacío un sepulcro. Al principio fue el júbilo. Estos días navideños, por el hilo musical suena 'Adeste fideles' y regresamos a casa con ganas de celebrar algo, aunque no sepamos qué, como los pastores de Belén. Feliz Navidad, incluso entre guerras sin tregua.