Opinión | BLOGLOBAL
Alemania y Francia abren un paréntesis en Europa

El canciller Olaf Scholz, durante la sesión del Bundestag del lunes en la que salió derrotada la cuestión de confianza. | JOHN MACDOUGALL / AFP
Un reciente artículo del profesor Helmut K. Anheier se titula significativamente El mundo de ayer de Angela Merkel. El título parafrasea el del famoso libro de Stefan Zweig, El mundo de ayer, con la gran diferencia de que le sirve a Anheier para resumir en pocas palabras la atropellada sucesión de cambios en Alemania, en la Unión Europea y en el resto de grandes escenarios desde que la cancillera se alejó del poder hace solo tres años. La cuestión de confianza presentada por el socialdemócrata Olaf Scholz en el Bundestag para perderla y poder así anticipar las elecciones legislativas al próximo 23 de febrero es una muestra más del mundo imprevisible de hoy, tan alejado de las constantes vitales que caracterizaron gran parte de los 16 años de Merkel al frente del Ejecutivo. Incluso las razones últimas de la ruptura del tripartito constituyen una foto fija del disenso a gran escala entre los decididos a prolongar la vida al Estado del bienestar y quienes aspiran a achicarlo, cuando no a impugnarlo.
Las desavenencias entre el canciller y Christian Lindner, su ministro de Finanzas, hicieron imposible la continuidad del tricolor -socialdemócratas, verdes y liberales- porque el SPD pretendía sacar del atolladero a la economía alemana mediante un programa de inversión pública en grandes infraestructuras y servicios y el FDP pretendía aplicar una dieta de austeridad a rajatabla, una fórmula cargada de costes sociales, quizá efectiva en términos macroeconómicos, pero dolorosa para las clases populares. Para Scholz, las secuelas del programa de austeridad promovido por el Bundesbank y aplicado por el Banco Central Europeo a raíz de la crisis financiera de la primera década del siglo y años posteriores dejó demasiadas enseñanzas negativas para perseverar en él. Y lo que es tanto o más importantes, en el entorno de Scholz recordaron algunas voces acreditadas que el auge de la extrema derecha en Europa -Alternativa por Alemania incluida- tiene su origen justamente en la erosión de las expectativas de futuro de las clases medias.
Hay en el parón de la economía alemana problemas estructurales de gran calado, heredados algunos del acercamiento a Rusia para disponer de gas a precios asequibles en tiempos de Merkel -la guerra de Ucrania dañó el acuerdo-, pero hay otros de nuevo cuño como la contracción de las exportaciones a China y un modelo productivo en parte superado por otras economías. De ahí que la Alemania de Angela Merkel sea en gran medida la de ayer, la de las grandes coaliciones ahora imposibles, la de la estabilidad política a prueba de elecciones transmutada hoy en algo completamente distinto, con esa sensación de que los ecologistas se han instalado en el sentido de Estado y los liberales han optado por apretar las tuercas a sus socios, incluso a sabiendas de que algunas encuestas vaticinan que se quedarán fuera del Parlamento. “La política no es un juego y no podía permitir semanas y semanas de sabotaje”, ha dicho Scholz refiriéndose a la oposición interna ejercida por el FDP.
El resfriado alemán se produce cuando Francia, el otro polo europeo de referencia, se paraliza en una insólita sucesión de errores del presidente Emmanuel Macron, que primero decidió disolver la Asamblea Nacional contra toda lógica, quedó en minoría después de las elecciones, abrió un tiempo muerto para no opacar el resplandor de los Juegos Olímpicos, nombró primer ministro a Michel Barnier sin mayores brillos que tres meses de mandato y ahora recurre al centrista François Bayrou, cuya continuidad pende de un hilo (el grado de satisfacción de la extrema derecha y el hipertactismo de Marine Le Pen). Es otra malísima noticia para la Unión Europea: si Alemania ha abierto un paréntesis, Francia parece abonada a la imprevisibilidad, a los manejos del Reagrupamiento Nacional, cuya gran presa a abatir es el presidente.
El proyecto europeo se resiente de tales incertidumbres al tiempo que proliferan la propaganda nacionalista, el euroescepticismo y aun la eurofobia, mientras la gestión a menudo errática de los flujos migratorios aporta votos a la derecha montaraz, que espera el desembarco de Donald Trump en la Casa Blanca el 20 de enero para sustentar su discurso en las proclamas que lleguen de Washington. La necesidad de restituir el eje francoalemán es urgente, por no decir que se trata de una necesidad acuciante, no solo porque constituye el núcleo duro e irremplazable de la economía europea, sino porque es el autor del manual de instrucciones de la Unión Europea desde la firma del Tratado de Roma (1957). El coste del Brexit para el Reino Unidos ha disuadido a los gobernantes remisos de buscar la puerta de salida de la Unión Europea, si es que alguna vez sopesaron de verdad tal posibilidad, pero son muchos los aspirantes a rectificar las cesiones de soberanía y la construcción política de Europa para regresar a la preminencia de los estados por encima siempre del entramado institucional con sede en Bruselas.
Sigue vigente la idea expresada en cierta ocasión por Jean Daniel, entrevistado por EL PERIÓDICO: “Todo es posible dentro de Europa, casi nada es posible fuera de ella”. El aserto es aplicable también a Alemania y Francia, cuyas dimensiones -población, PIB, autonomía estratégica- están lejos de los gigantes que son Estados Unidos y China, de la influencia global del sector tecnofinanciero, de todo cuanto distingue el mundo de hoy del de hace muy pocos años, cuando Angela Merkel aparecía en todas las fotos. De ahí que Helmut K. Anheier afirme: “Han pasado apenas tres años desde que Merkel dejó el cargo y el mundo ha cambiado tan drásticamente que su cancillería ya parece pertenecer a una era diferente”. Aplicado a Emmanuel Macron, parece apropiado afirmar que han sucedido tantas cosas desde la reelección de Emmanuel Macron en 2022 que la lógica política de la Quinta República se ha desvanecido, arrollada por realidades sociales emergentes, alejadas de cuanto definió el mundo de ayer.
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