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Multiplicar la oferta cultural de Barcelona

Echando la vista atrás es indiscutible que la multiplicación de iniciativas privadas ha permitido completar el mapa de equipamientos de la ciudad con entidades culturales de primer nivel

El Thyssen corona el 'boom' de museos privados en Barcelona

La baronesa presenta el Museo Carmen Thyssen de Barcelona junto a una de sus hijas

Carmen Thyssen, Jaume Collboni y Jaume Sabater, en la presentación del Museu Thyssen Barcelona

Europa Press

La baronesa Thyssen, el fondo de inversión Stoneweg y el Ayuntamiento de Barcelona oficializaron ayer en el Saló de Cent la puesta en marcha del proyecto del Museo Carmen Thyssen en el edificio que ocupó durante años el cine Comedia. El espacio incluirá una exposición permanente de la colección de pintura catalana de Carmen Cervera, exposiciones temporales, un auditorio y una oferta de restauración. La operación también supone otra aportación positiva para el patrimonio local, la rehabilitación de uno de los dos palacetes supervivientes en un paseo de Gràcia que fue sustituyendo progresivamente este tipo de construcciones particulares por edificios en altura. En conjunto, un centro cultural que solo hará que enriquecer la oferta de la ciudad de Barcelona.

El incremento de las propuestas museísticas privadas en Barcelona, con cifras de asistencia que igualan a las del sistema de museos público, ha generado cierto debate sobre si complementan o amenazan a instituciones de referencia. Reticencias que en el pasado mandato municipal tuvieron tanto peso en el fracaso del proyecto del Hermitage como las dudas sobre su consistencia o su encaje en suelo público del puerto.

Sin embargo, echando la vista atrás es indiscutible que la multiplicación de iniciativas privadas ha permitido completar el mapa de equipamientos de la ciudad con entidades culturales de primer nivel, impulsadas por las fundaciones vinculadas a entidades financieras o mecenas del arte. Unas han permitido, concertando las aportaciones de sus herederos y de las administraciones, que la obra de creadores como Tàpies o Miró siga teniendo aquí su casa. Muchas de ellas, además, han contribuido a cubrir vacíos e insuficiencias de la red de museos pública: desde la atracción de exposiciones del circuito internacional (CaixaForum) a la apuesta por la fotografía (KBr de la Fundación Mapfre) o por etapas de la historia del arte catalán, que habían quedado en terreno de nadie (Can Framis). No estaría de más reflexionar también sobre los motivos que han hecho que, en poco tiempo, una iniciativa privada como el Moco de la calle Montcada haya eclipsado en interés del público a un museo como el Macba. El Museo Carmen Thyssen llega para hacerse un lugar en esta lista pujante de centros de primera categoría que en nada debería perjudicar a instituciones que han seguido creciendo en los últimos años, como el Museu Picasso o que se preparan para un importante salto adelante, como el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Iniciativas en las que se debe centrar la inversión pública. 

Es cierto que han florecido también algunos centros en los que se exhiben colecciones particulares o temáticas pero que difícilmente pueden aspirar a la definición académica y legal de museo, como equipamiento al servicio de la sociedad «que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial». O propuestas de arte inmersivo que desafían ya esquemas y clasificaciones. Pero incluso los equipamientos que vienen acompañados de un proyecto cultural más liviano no dejan de ser atracciones turísticas, pero de un turismo cultural que el que Barcelona debe aspirar a atraer. Más aún cuando una de las conclusiones claras del proceso de reflexión sobre el modelo turístico en el que nos encontramos es la necesidad de multiplicar los focos de atracción y evitar la concentración y masificación en una lista reducida, amenazada de morir de éxito .