Saltar al contenido principalSaltar al pie de página
Opinión | Oriente Próximo
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Llegó tu turno, doctor al Asad

Siria se debate entre la euforia y la incertidumbre, ya que el principal riesgo que corre es que la dictadura baazista sea reemplaza por otra de carácter islamista

Así es la prisión de Sednaya, el 'matadero humano' de Asad

Cae un tirano, ¿llega un islamista? Siria, entre la euforia y la incertidumbre

Ciutadans sirians celebren la caiguda del règim d’Assad, ahir. | LOUAI BESHARA / AFP

Ciutadans sirians celebren la caiguda del règim d’Assad, ahir. | LOUAI BESHARA / AFP

El levantamiento popular en Siria se inició en febrero de 2011 en la sureña ciudad de Deraa. Allí, unos niños escribieron en un muro ‘Llegó tu turno, doctor’, en referencia a que el presidente Bashar al Asad, oftalmólogo de formación, sería el siguiente tras la caída de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto. El precio que pagaron por dicha pintada fue demasiado elevado, ya que uno de ellos fue torturado hasta morir, pero su muerte no fue en vano, ya que prendió la llama de la revolución siria.

Tras 14 años de devastadora guerra civil, los grupos rebeldes han conseguido derribar a la cruenta dictadura instaurada por Hafez al Asad, en 1970. En total, han sido 54 años de gobierno autoritario en el que las libertades públicas han estado severamente restringidas y todo atisbo de oposición ha sido arrancado de raíz. El principal símbolo del sistema represivo es la cárcel de Sednaya, “un matadero humano a escala industrial”, según las organizaciones internacionales de derechos humanos, donde decenas de miles de sirios fueron torturados y ejecutados. Tan solo desde 2011, el régimen sirio detuvo y encarceló a 135.000 personas, siendo el paradero de la mayor parte de ellas desconocido hoy en día.

Siria se debate entre la euforia y la incertidumbre, tras la inesperada y fulgurante caída de Al Asad, ya que el principal riesgo que corre es que la dictadura baazista sea reemplaza por otra de carácter islamista. La Organización para la Liberación del Levante (HTS, en sus siglas en árabe), dirigida por Abu Muhamad Al Golani, defiende el establecimiento de un Estado islámico regido por la sharía y pretende imponer al conjunto de la sociedad su rigorista y puritana interpretación del islam. Todo ello, a pesar de que Siria es un país donde, a lo largo de la historia, han coexistido de manera pacífica diversos grupos confesionales y étnicos. De hecho, un tercio de la población no es árabe sunní, sino kurda, cristiana, alauí, drusa o ismailí y se sentiría excluida en una eventual teocracia islámica.

El objetivo común de los grupos rebeldes ha sido la necesidad de derrocar la dictadura asadista pero, una vez logrado dicho propósito, existen notables diferencias en torno al modelo de gobierno a elegir. Los grupos islamistas defienden un Estado islámico, proyecto que choca con el frontal rechazo de la oposición en el exilio, que reclama un Estado democrático en el que todos los sirios gocen de las mismas libertades, independientemente de su etnia o religión. Por otra parte, las milicias kurdas, que controlan un tercio del territorio y los estratégicos yacimientos de petróleo, son partidarias de un Estado confederal en el que los enclaves kurdos disfruten de plena autonomía, opción que es rechazada de plano tanto por los grupos islamistas como los sectores seculares.

En este periodo incierto que ahora se inaugura es importante no repetir los errores que se cometieron en Irak tras el derrocamiento de Saddam Husein, en 2003. Por aquel entonces, Estados Unidos decidió disolver el ejército y desbaazificar la administración, lo que provocó la disolución del propio Estado iraquí, ya que las fuerzas armadas y el partido Baaz habían sido la columna vertebral que había sostenido un Estado artificialmente creado por el imperio británico. Tras dicha medida, el caos y el desgobierno se extendieron por el país, desencadenando una cruenta guerra civil con un fuerte componente sectario.

Por eso es especialmente relevante que, en la fase de transición que ahora se abre, las nuevas autoridades conserven las estructuras estatales existentes y establezcan un gobierno de emergencia que sea inclusivo y en el que ninguno de los componentes de la heterogénea sociedad siria sea excluido. La resolución 2.254 del Consejo de Seguridad de 2015 puede servir de brújula, ya que reclama la formación de un gobierno interino, la aprobación de una nueva Constitución y la celebración de elecciones legislativas y presidenciales bajo supervisión internacional en un periodo de 18 meses. También advierte de que dicho proceso debe ser asumido por los propios sirios sin interferencias externas. De hecho, las injerencias de las potencias regionales podrían ser el principal riesgo en la transición que ahora se abre.

Suscríbete para seguir leyendo