Opinión | Cuestión de confianza
Pilar Rahola

Pilar Rahola

Periodista y escritora

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El cepillo de Tarradellas

La táctica del PSOE es poner buena cara, sonreír, utilizar palabras grandilocuentes e incumplir todos los acuerdos. Pero se le ha acabado la bicoca, porque Puigdemont acaba de avisarles de que no les da más margen

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Carles Puigdemont, durante su reaparición en Barcelona el pasado 8 de agosto.

Carles Puigdemont, durante su reaparición en Barcelona el pasado 8 de agosto. / / ZOWY VOETEN

Al president Puigdemont le gusta la simbología y probablemente por eso la rueda de prensa de balance del "acuerdo de Bruselas" se ha hecho el mismo día, un año después, y en la misma sala donde apareció por primera vez el 31 de octubre de 2017, después de haber marchado al exilio. No era una simbología vana, ya que Puigdemont planteaba el acuerdo de Bruselas en el marco de un conflicto territorial que trascendía un simple acuerdo de investidura. Por eso se pactaba la amnistía y por eso mismo se establecía un mecanismo de negociación mensual fuera de España que debía plantear las grandes cuestiones pendientes.

Doce meses después de ese acuerdo macro, lo único que ha funcionado es la periodicidad de las reuniones. Es decir, encontrarse, se han encontrado, pero los resultados son tan ínfimos que la situación de Junts en el pacto se ha vuelto insostenible. Si hace un año el acuerdo entre PSOE y Junts se firmó desde la desconfianza mutua, esa desconfianza se ha convertido ahora en una pesada evidencia. Tanto que la idea había creado el pánico dentro de Junts del síndrome ERC: convertirse en la copia de los republicanos, a la hora de dejarse esquilar por el PSOE. Y la esquilada es tal que ha agotado el tiempo y la paciencia.

Este es el balance en negativo que ha roto el marco. Por un lado, la amnistía solo se ha aplicado a los policías, pero no al movimiento independentista, incluyendo el propio Puigdemont, y Junts considera que el PSOE no se ha enfrentado al Supremo, ni ha mostrado contundencia alguna a la hora de reclamar su aplicación. Asimismo, temas sensibles como el catalán en Europa tampoco han sido defendidos con la vehemencia necesaria. Como ejemplo: para conseguir el nombramiento de Teresa Ribera, el PSOE ha quemado todas las naves, pero por el catalán, la desidia ha sido notable. También ha habido un incumplimiento sostenido a la hora de ejecutar las infraestructuras pactadas, no se ha resuelto nada serio en materia de financiación y la tendencia de La Moncloa a invadir competencias ha sido constante. A todo ello hay que añadir el desprecio hacia Puigdemont de los dos presidentes socialistas, que no han dado ningún paso para normalizar la situación: ni Sánchez, que no ha movido ni un dedo a la hora de acercar relaciones, ni Salvador Illa, que ni siquiera ha incluido a Puigdemont en las reuniones de presidentes. Si añadimos la ilusión que mostraba el PSOE ante la eventualidad de detener a Puigdemont al venir a Barcelona, y la última decisión de no dotarle de la protección policial que le correspondería por ley, la suma es explosiva. Ni se han logrado avances, ni hay voluntad de tratar a Puigdemont con respeto, ni desbloquean los grandes temas de país. Con este balance en negativo, el acuerdo de Bruselas se ha convertido en una pesada carga que Junts ya no puede seguir cargando. La desconfianza previa ha cuajado en una desconfianza definitiva.

Por eso Junts ha encontrado una fórmula política que tiene mucho recorrido: una proposición para debatir una cuestión de confianza. Es cierto que no es una moción de censura -que obligaría a presentar a un candidato-, que la Moncloa ya lo ha despreciado con su prepotencia habitual y que incluso el PSC ha acusado a Junts de irresponsable. Pero haría bien el PSOE de no tomarse a broma la iniciativa, porque Junts ha llegado al final del camino, y no dará más crédito. Si no hay cuestión de confianza, el acuerdo puede darse por terminado.

Ahora depende del PSOE y del PP, porque la tramitación de la propuesta puede avanzar si PP y Vox votan a favor, aunque el resto voten en contra, por lo que la proposición de Junts también les interpela a ellos. Cierto que sería una mayoría de votos extraña e incómoda para todos, pero acabamos de ver una moción de censura entre extrema derecha y extrema izquierda en Francia, por lo que, en política, todo es imaginable. Sea como sea, Junts acaba de decirle al PSOE que ya no se dejará cepillar más con el famoso cepillo de Tarradellas, ese que decían que le pasaban a los catalanes cuando iban a ver ministros: los cepillaban mucho y no les daban nada. Es la táctica del PSOE: poner buena cara, sonreír, utilizar palabras grandilocuentes e incumplir todos los acuerdos. Pero se le ha acabado la bicoca, porque Puigdemont acaba de avisarles de que no les da más margen. Es un aviso definitivo. Haría bien el PSOE en tomárselo en serio.