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Andreu Claret

Andreu Claret

Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO

Vayan a la cárcel (Modelo)

La cuarta galería, se de la expo.

La cuarta galería, se de la expo. / jordiotix

Llevaba yo muchísimo tiempo sin entrar en la cárcel Modelo desde que fui a parar a una de sus celdas durante un par de meses, hace muchos años, por participar en una movilización universitaria. Algarada, lo llamaban entonces. No había querido volver desde que la cárcel es un lugar de peregrinaje para recordar el pasado. Me daba un no sé qué. Con estos antecedentes, comprenderán que cruzar la puerta de la calle Entenza, para asistir a un acto sobre quienes fuimos huéspedes de aquellas paredes supuso un nudo en la garganta y un golpe en el estómago.

Visitar la exposición organizada por la asociación de expresos políticos del franquismo, la semana pasada, constituyó todo un viaje en el tiempo. Si van, siguiendo mi consejo, y tienen en la retina la mayoría de las penitenciarías que salen en las películas norteamericanas, puede que piensen que la Modelo no está tan mal. Y no estarán del todo equivocados, pues cuando se construyó, a finales del siglo XIX, su lema era in severitate humanitas, un canto a lo que hoy llamaríamos la reinserción.

Los comisarios de la exposición se han esmerado para recordar que no siempre fue así. Que el propósito del franquismo no era reinsertar al preso, sino castigar, humillar, doblegar. Por un hurto, un crimen, o por ideas políticas. El propósito de la exposición no resulta fácil de alcanzar. Viendo hoy la cárcel acicalada, repintadas sus celdas, sin los pobres diablos que la habitaban, sin escuchar el crujir de sus puertas metálicas, sin el deambular de los vigilantes malcarados, sin pensar todo el día en el maldito Tribunal de Orden Público, sin su rancho infame, sin el olor a Zotal, la segunda galería me pareció otra cosa.

Los organizadores se han esforzado para recordar lo que fue la Modelo en tiempo de Franco, y en algunas ocasiones lo han conseguido. Con textos, estadísticas, con decretos destinados a levantar la monstruosidad jurídica que fue el régimen, con videos de vidas truncadas, y con la provocación de un busto del dictador que contempla su obra desde una de las celdas.

Sin embargo, ¿Cómo explicar lo que era llegar de noche a La Modelo, satisfecho de haber salido por fin de la comisaria de la Vía Layetana, donde las noches eran muy largas, y escuchar el estruendo de la última de las cerraduras? ¿Cómo relatar los primeros días de patio, acostumbrándote a ver el cielo recortado y pescando al vuelo las normas no escritas de supervivencia? ¿Cómo dar cuenta del frío, de los gritos, de la humanidad de algunos presos comunes que intentaban entender por qué un universitario se había metido en aquel berenjenal? Habría que viajar en el tiempo.

Aun así, vayan a la cárcel Modelo. Visiten la exposición de la segunda galería. Lleven a la familia y pongan ustedes la música, es un decir, a los textos y las imágenes de la muestra. En aquellas celdas estuvieron conocidos políticos antifranquistas, de todos los partidos, obreros que querían un sindicato libre, intelectuales críticos, estudiantes díscolos. Pero a sus hijos háblenles, sobre todo, de los cientos de personas anónimas que permanecieron encerrados allí durante meses, a veces años, por pedir algo de libertad. Les puede ayudar para entender el ayer y el mañana.  

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