Opinión | Verdiales
Periodista y escritora
Inés Martín Rodrigo
Inés Martín RodrigoPeriodista y escritora
Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) es escritora y periodista. Su novela 'Las formas del querer' fue galardonada con el Premio Nadal 2022 y con el Premio de la Crítica de Madrid de ese mismo año. En la actualidad, forma parte del equipo del suplemento literario 'Abril' y escribe artículos de opinión para los periódicos del Grupo Prensa Ibérica. Es autora de la novela 'Azules son las horas' (2016), la antología de entrevistas a escritoras 'Una habitación compartida' (2020), el cuento infantil 'Giselle' (2020) y el ensayo 'Una homosexualidad propia' (2023), y ha participado en las antologías de relatos 'El cuaderno caníbal' (2018) y 'Una Navidad así' (2024). En 2019 fue seleccionada por la AECID en el programa '10 de 30', que reconoce a los mejores escritores españoles menores de 40 años.
Quererse
Es muy difícil demostrar el acoso. Es muy difícil demostrar el maltrato. Es muy difícil demostrar el abuso. Es muy difícil demostrar la violación. Pero qué fácil e impune es hacer todo eso, y qué terriblemente doloroso tiene que ser sufrirlo
Es muy difícil demostrar el acoso. Es muy difícil demostrar el maltrato. Es muy difícil demostrar el abuso. Es muy difícil demostrar la violación. Pero qué fácil e impune es hacer todo eso, y qué terriblemente doloroso tiene que ser sufrirlo. Me refiero a su evidencia en el transcurso de un proceso judicial, pues la ley sólo entiende de pruebas físicas, únicamente ve los daños que sufre el cuerpo como entidad anatómica, forense.
La Justicia repara en lo que se ve, no en la violencia invisible, perpetrada con la misma maldad que la que provoca hematomas subcutáneos pero cuyas cicatrices permanecen ocultas, salvo para quien las tiene. Si padeces la desgracia de ser parte, víctima, de una vejación de esas características, ocasional o duradera, anclada en ese tiempo que pese a transcurrir parece no pasar, lo escucharás, llegado el momento. "Ya, pero es que demostrar el acoso es muy difícil en un juicio", te dirán, incluso tu abogado, puede que algún familiar, hasta amigos y compañeros de trabajo.
Su objetivo no es quitarte la razón. Estás cargada de ella, en ti pesa casi tanto como la anulación y la extorsión a las que vives sometida, lo saben, te han visto, sufrir, rabiar, llorar, estremecerte, temblar ante su presencia o la mera posibilidad de ella. Lo hacen porque creen que, de ese modo, te protegen, no quieren que sufras, más, que te expongas, más, que te decepciones, más, que te derrumbes, más, que ya no puedas seguir en pie, más, que decidas quitarte de en medio, ahorrarle a él ese último crimen cuando el juez lo exculpe ante la ausencia de pruebas evidentes del acoso, del maltrato, del abuso, de la violación.
Su intención es buena, supongo, pero se equivocan. Lo digo, lo escribo, con la certeza de que desde fuera las cosas se ven, y se sienten, con esa distancia que deforma las emociones y te hace invulnerable, capaz de cualquier cosa. Ser y sufrir como víctima, estar en su lugar, en ese cuerpo repleto de cicatrices, visibles e invisibles, sólo eso cuenta, sólo ellas, encerradas en ese rol tan salvador como estigmatizante, saben lo que se siente. Y desde esa posición deben decidir, sin presiones ni consejos bienintencionados, acompañadas.
En ese lugar coloca Alauda Ruiz de Azúa a la protagonista de la serie 'Querer'. Es, ella, una de las cineastas españolas más sensibles a la fragilidad de la vida. Lo demostró con 'Cinco lobitos', su anterior película, aunque aquel suelo, el de las relaciones entre padres e hijos, era algo más firme, pese a resquebrajarse tanto, siempre. En esta ocasión, retrata la violencia continuada, el acoso sexual, el maltrato psicológico y las reiteradas violaciones que, durante 30 años, Miren ha sufrido en el seno de un matrimonio tradicional, de clase alta bilbaína.
Hasta que, gracias al avance de una sociedad que decide decir no es no, y legislarlo, se reconoce en el papel de víctima e identifica, también, a su agresor, que no es otro más que su marido. La denuncia es el paso siguiente, y ella lo da, aunque en una soledad casi absoluta. Sólo su hijo menor (tiene dos) la apoya, con los matices propios de su edad, universitaria.
Todos los demás le dan la espalda, sus supuestos amigos, su familia política, está loca, dicen, está mal, medicada, es la depresión, siempre ha sido una histérica, argumentan, despreciando la salud mental, utilizándola en su beneficio, para ignorar una realidad que no pueden permitir que arruine la suya propia. Pero Miren decide seguir. Opta por quererse, después de tres décadas sin recibir amor. El veredicto del juez es la parte menos feliz de una historia que todos hemos vivido, más o menos cerca, que seguimos viviendo, e invisibilizando.
"El sentimiento del amor no es para el que es querido, sino para el que quiere. Cuando la gente me dice que les quita el sentido el amor que sienten, no me importa. Ese sentimiento es para ellos. Lo único que cuenta es cómo se comportan con el ser querido. Sólo el comportamiento demuestra que el amor es amor", escribe Sarah Manguso en su libro 'Los guardianes. Una elegía' (Alpha Decay). Y yo pienso, lo pido: dejemos de normalizar comportamientos infames, de justificarlos.
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