Opinión | La espiral de la libreta
Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Barro, nieve, bruma

Estrenamos un nuevo tiempo de confusión: la era de la "niebla mental". Las redes sociales ya han sustituido a la prensa como principal fuente de información. Y Elon Musk, al habla con Zelenski 

El 'trumpazo' del Partido Demócrata

Prensa, democracia y credibilidad

Elon Musk y Donald Trump, durante el mitin.

Elon Musk y Donald Trump, durante el mitin. / X

Ya están instaladas las luces navideñas en las calles y en los escaparates de los bazares chinos, a pesar de los acontecimientos que van superponiéndose en estratos de impotencia. Gaza, la DANA y su deleznable gestión, la victoria de Trump. No tengo el ánimo todavía para festejos, pero sí de abrigo grueso, bufanda y frío pelón, de ese que despeja las neuronas. Siento añoranza de los inviernos moscovitas por las temperaturas gélidas, por sentir de nuevo aquellas agujas en la cara, vivificantes durante solo un rato, y sobre todo por la nieve tras la ventana, cuando descendía lenta, en copos grandes, bien cuajados. Recién caída, antes del pisoteo y de que la condensación la transformara en hielo y resbalón, la nieve volvía el aire más respirable, el silencio más puro, la noche más clara, casi fosforescente. A veces nevaba como en el final del gran relato de James Joyce, levemente, "sobre los vivos y sobre los muertos".

Tan blanca y mullida, cubría engañosamente todo lo feo, el dolor y la sordidez de aquel tiempo. Ahora no es la nieve la que envuelve el mundo como un velo de anestesia, sino el barro, toneladas de barro pestilente. Barro real y barro metafórico. Sorprende la cantidad de palabras que alberga el diccionario para acotar esa aleación salvaje de tierra y agua: fango, lodo, cieno, limo, légamo, pecina, tremedal. Barro negruzco por todas partes, barro que produce insomnio. Hay que ir abriéndose paso en la ciénaga de las ‘fake news’ a machetazo limpio.

La sobreinformación deviene desinformación. Esta semana, la periodista Delia Rodríguez acuñaba en ‘El País’ un concepto muy interesante: el de la "niebla mental", un estado de confusión parecido al que sufren los enfermos crónicos de covid. Embotamiento, empacho emocional, cierta sensación de irrealidad, como si nos envolviese una nube tóxica que es "nuestro propio sistema cultural e informativo". El ascenso de Donald Trump y el ensanchamiento del lodazal se han producido en paralelo a la descomposición de los medios de comunicación tradicionales. ¿Cómo pudo llegar a arraigar la idea de que la vacuna te insertaba un chip en el cuerpo? Las redes han desbancado a la prensa en una progresión ascendente. La magia de poder transmitir los hechos en tiempo real se ha convertido en un coladero de bulos, noticias engañosas o sin contexto. También lo estamos viendo en la tragedia de Valencia. Twitter (2006), Instagram (2010), Telegram (2013), TikTok (2016). Ahora Elon Musk, el hombre más rico del planeta, un apoyo decisivo del candidato republicano, se jacta de que X (antes Twitter) es la fuente número uno de noticias en el mundo (586 millones de usuarios activos mensuales). Ya tiene línea directa con Zelenski, el presidente de Ucrania.

Se ha hecho realidad la consigna que propuso en 2018 Steve Bannon, exconsejero de Trump: "La auténtica oposición está en los medios de comunicación. Y la forma de tratar con ellos es inundar la zona con mierda". O barro. La humanidad atenazada por su propia criatura. En medio de la desinformación, la niebla llegó para quedarse; es el nuevo estado mental.

Suscríbete para seguir leyendo