Opinión | La espiral de la libreta
Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 'trumpazo' del Partido Demócrata

El fracaso no es solo de Kamala Harris, a rebufo de Biden, obligada a salir tarde y descalza a correr. El progresismo parece más preocupado por las batallas culturales que por el bolsillo de la gente  

Siete estados dan luz verde al aborto, única victoria demócrata en una noche fatídica

La sombra de Biden y la defensa del 'statu quo' hunden a Kamala Harris y los demócratas

Kamala acepta la derrota pero avisa: "Nunca abandonaré la lucha por un futuro en el que los estadounidenses puedan perseguir sus sueños"

Kamala acepta la derrota pero avisa: "Nunca abandonaré la lucha por un futuro en el que los estadounidenses puedan perseguir sus sueños" / Sara Fernández

Por esas carambolas del azar, el ‘trumpazo’ me pilla con ‘El cuento de la criada’ entre las manos para un club de lectura. En la novela de Margaret Atwood, EEUU se ha convertido en una dictadura policial llamada Gilead, donde la libertad de prensa no existe y en cuya estructura piramidal ocupan la base las mujeres en edad fértil: las «criadas». Sus cuerpos y su albedrío pertenecen al Estado; no tienen ni un céntimo en el bolsillo ni pueden leer. Cuando la novela salió publicada, en 1985, se la calificó de «distopía»; o sea, la representación ficticia de una sociedad futura horripilante. Cuarenta años después, la parte futurible del concepto se ha volatilizado: la distopía ya está aquí, la amenaza tangible sobre libertades y puntales básicos de la democracia liberal. No en vano, siete estados norteamericanos han blindado el derecho al aborto en estas elecciones. La única victoria de Kamala Harris, la única.

Lo tenía peliagudo, dificilísimo, a pesar de la sonrisa conciliadora. Mujer. Negra. Sin hijos. Una campaña muy corta y a contrapelo por la escasez de reflejos del Partido Demócrata. Le han faltado tiempo y enjundia para distanciarse de su predecesor, Joe Biden. Y algunas claves del programa electoral no han sabido seducir a su potencial electorado: política exterior, cambio climático, los derechos reproductivos. Las mujeres blancas no han cerrado filas en torno al aborto, y Gaza queda muy lejos de Detroit. Las habichuelas, ay, estaban hirviendo en otra cazuela.

En cambio, el inefable Donald Trump, el rey de los bulos, quien ha llegado a repostear un comentario en la red X donde se decía que su contrincante se ayudó de «felaciones» a lo largo de su carrera política, el candidato republicano, digo, ha sabido pulsar las cuerdas del violín diabólico: la asfixia económica de las familias de clase media y baja, la desconfianza institucional y la reacción contrariada a los avances en la igualdad de género. Resulta muy significativo a este respecto la polarización del voto hispano: el 61% de las latinas se ha volcado en Harris, mientras que el grueso de los varones (54%) ha preferido escorarse en la masculinidad casposa de Trump («yo cuidaré de vosotras aunque no queráis»).

La incertidumbre económica ha castigado con severidad al campo y a las ciudades del ‘cinturón de óxido’, en el Medio Oeste, donde brilló la industria del automóvil en el siglo pasado y que había votado demócrata desde el ‘New Deal’ hasta la crisis financiera de 2008. Aunque los datos macroeconómicos aguanten el tipo, otro asunto muy distinto es llenar la nevera y el depósito de gasolina, alquilar un piso, formar una familia. Bernie Sanders, senador progresista por Vermont, se venía venir el batacazo: «No debería sorprender mucho que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora los ha abandonado a ellos». La izquierda está más preocupada por las batallas culturales que por las condiciones de vida de la gente corriente. Ojo con el reflejo en los espejos que cuelgan en casa.        

Suscríbete para seguir leyendo