La carta narcisista de Errejón

Parece que, de pronto, la sociedad española haya descubierto que una cosa es la demostración pública de la propia coherencia emocional y la otra que esta coherencia coincida con la verdad de cada uno. Son cuestiones diferentes y siempre ha sido así.

El caso Errejón ha sorprendido a casi todos. Habría que profundizar sobre este “casi”. Ocurre con frecuencia que, de pronto, lo desconocido se convierte en una verdad a gritos. Ante eso hay que dudar. No de lo que el propio Errejón ha reconocido de aquella manera, sino que la idea de la “subjetividad tóxica” a la que él alude en su misiva fuera conocida por todos. Esta frase, ya saben, es literal y permite que abramos la puerta a deambular por ese texto.

Lo cierto es que mi conocimiento del personaje se limita a lo público. De entrada, su estética está bien lograda. Siempre me pareció un político sensible, posiblemente por su aspecto aniñado, de buen chaval, sus gafas de tipo leído y un buen conocimiento y sensibilidad sobre cuestiones de salud mental. Cuando otros se mofaban en el Congreso, él lo puso en el centro.

Pero por su perfil ya hemos descubierto que no tenía nada que ver con la realidad. Una vuelta al redactado evidencia una personalidad retorcida, que encaja con la del acosador al que no ves llegar, que además es manipulador y narcisista. Escribe Errejón: “En la primera línea política y mediática se subsiste y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros”. ¿Emanciparse? ¿A qué se refiere el dirigente político? Menudo peligro. Y sigue: “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”. Esta expresión es tremendamente peligrosa. Demuestra lo peor de la política. Una división entre el personaje y la persona. El ciudadano y el político, que deberían ser lo mismo, se separan en dos realidades. Muestra una evidencia muy peligro: la mentira.

Pero ese redactado tiene más dardos envenenados que la profunda crisis que estaba a punto de producirse el jueves dentro de su partido hizo que pasaran desapercibidos. Dice Errejón: “No se le puede pedir a la gente que vote distinto de cómo se comporta en su vida cotidiana”. Su diferenciación viene precedida de la clarificación de dos formas de vida, según su criterio: la neoliberal y la de “una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano”. Así que los neoliberales tienen más posibilidades de ser acosadores que los de su ideología, que es la buena. Por ello, cuando sintió que el veneno del acosador le embriagaba, lo dejó todo. No cuela.

El caso Errejón demuestra que existe una izquierda que se siente vivir en el bien y solo en el bien. Sin embargo, hay machistas de izquierdas y de derechas. Los acosadores forman parte del entramado político, como de cualquier espacio profesional. Las diferencias solo están en los actos diarios, los cotidianos; en los importantes y anodinos. Para Más Madrid y Sumar es un duro golpe. La demostración de lo evidente. Podemos, aprovecha. Sin embargo, para el gran votante todos son lo mismo.

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