Twitter (X), catorce años y un día
Ahora, si pasa algo en la red de Musk, no me voy a enterar, felizmente. Porque que dejen de insultar no va a pasar
Musk promete sortear un millón de dólares cada día entre quienes firmen su manifiesto en apoyo a Trump

El magnate tecnológico Elon Musk, durante un mítin a favor de Donald Trump. / Alex Wong / AFP
Hubo un tiempo en el que incluíamos nuestro perfil de Twitter en la firma del correo profesional, lo referenciábamos en nuestra cuenta de LinkedIn e incluso algunos canales de televisión anunciaban el nombre de sus presentadores con su correspondiente nombre de usuario en la red del pajarito. Eso es de cuando creíamos que Twitter era un lugar común, un punto de encuentro e intercambio interesante e inocuo. Después ya vimos que no. Empezamos a hacer metáforas cotidianas para explicar las sensaciones que teníamos al entrar y hacer 'scroll': que si fuera un bar, jamás entraríamos. Pero, a pesar de todo, la inmensa mayoría continuamos como quien asiste al circo: en la grada, callados y alucinando.
Hace unos días cumplí catorce años en Twitter, ahora X. Y fueron catorce años y un día. Ni uno más. Me di de baja cuando supe que Elon Musk, actual propietario de la red, anunció que sortea diversos millones de dólares entre las personas que voten a Donald Trump en las elecciones del 5 de noviembre. Pensé que no es de recibo alimentar el imperio de un ególatra que tanto nos puede llevar a la Luna como cargarse el planeta entero. Al tomar la decisión, además, acusé el cansancio de tanto tiempo temiendo polémicas que pudieran salpicarme y contra las que, una vez más, no haría nada, puesto que eso sería alimentar a quienes las provocan, dejaría que una vez más mancharan mi nombre, o el de cualquier compañero, porque no hay que entrar al trapo. Esa es una de las lecciones que aprendes en X: pasa, no hagas caso, como si nada, aprende a que no te afecte. Ahora, si pasa, no me voy a enterar, felizmente. Porque que dejen de insultar no va a pasar. Que se pueda insultar y mentir impunemente, también bajo identidades falsas, es otro de los motivos por los que me di de baja. Somos peores que antes de Twitter. O, por lo menos, ahora vemos cómo somos.
Para una periodista es difícil no estar en X, puesto que allí todos los medios y muchísimos compañeros avanzan sus contenidos, pero cuando no estás allí, bajo el alud incesante de notificaciones, todo vuelve a ser un poco antes, cuando lo urgente era solo lo importante. Y lo urgente siempre llega.
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