Opinión | La espiral de la libreta

Periodista y escritora

Olga Merino
Olga MerinoPeriodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
¿También tú, Errejón, hijo mío?
El caso asesta un golpe tremebundo a Sumar, brinda munición gratuita a la ultraderecha y redundará en desafección política. La supuesta supremacía moral se fue al garete

Íñigo Errejón. / DOUG MILLS / REUTERS
La conmoción es un estorbo para escribir y sin embargo, como una mosca aturdida en pleno verano, caigo de patitas en el tarro de la pegajosa miel, anonadada, en ‘shock’, sin poder sustraerme del asunto: Íñigo Errejón. El hasta ahora portavoz de Sumar en el Congreso deja la política tras varias denuncias, algunas todavía anónimas y en redes sociales, por «conductas vejatorias» y supuesto «acoso sexual».
Alabo la valentía de la actriz Elisa Mouliaá; se personó en comisaría con una declaración contundente que ya estaría hablando de un presunto delito de agresión sexual: «Cerró la puerta y comenzó a besarme y tocarme sin mi consentimiento». Ahí está de nuevo la clave. No importa que hayan transcurrido tres años desde los hechos; se denuncia cuando se puede, cuando se reúnen agallas.
Ahora bien, no se entiende por qué Mouliaá, tras la desagradable escena en la fiesta en casa de sus amigos, en una habitación con el pestillo echado, por qué, digo, accedió a trasladarse después al domicilio de Errejón. Seguramente existe una explicación pero, de momento, se me escapa, quizá también por un sesgo generacional en la mirada. Conste que sí la creo, que lo sucedido en el cuarto basta. La periodista Cristina Fallarás ha recopilado al menos una decena de denuncias adicionales.
Por lo que respecta al comunicado de renuncia, Errejón adolece de un narcisismo a punto de nieve. No hay en el texto sino exculpación y victimismo, envueltos en un lenguaje abstruso y perifrástico sobre la sombra larga del «patriarcado» y sus inercias, la «subjetividad tóxica» y la «contradicción entre el personaje y la persona». ¿Qué tendrá que ver «la vida neoliberal» con las témporas? He leído estos días que el diputado está en tratamiento médico por su adicción al sexo y a las drogas. Bien, ojalá salga pronto del pozo. Pero el problema no le exime del daño causado a las presuntas víctimas
El ‘caso Errejón’ asesta, además, un golpe tremebundo a Sumar y Más Madrid en un momento delicado tras el enfrentamiento con Podemos. ¿Por qué estalla justo ahora? Sumar asume «fallos», pero queda por dilucidar si el entorno del politólogo conocía los hechos y trató de echar tierra encima. Han aplicado el torniquete con celeridad, pero la herida es profunda y tardará en cicatrizar.
Capital político dilapidado y munición gratuita, obuses de primera, para la ultraderecha y para el PP, que nunca tuvo el coraje de defender a Nevenka Fernández, la primera mujer en España que denunció a un político por acoso sexual, hace más de dos décadas. Sigue en cartelera ‘Soy Nevenka’, la película de Icíar Bollaín que retrata el machismo atroz que sufrió la concejala de Ponferrada (León).
Pasan los años, pasa la vida, y en la mochila van acumulándose decepciones que uno gestiona como puede, pero cada vez con menos cintura, con menos paciencia. ¿También tú, Errejón, hijo mío? La peligrosa desafección política irá en aumento. ¿Esta era la presunta supremacía moral de la izquierda? Quizá el error se esconde precisamente ahí, en presuponerla. La mierda, el acoso desde el poder, es transversal. Pero la verdad siempre acaba saliendo a flote.
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