Muere el periodista Ángel Sánchez: obsesionado por la verdad, serio y meticuloso

Su obsesión era la verdad. No le importaba si esta le molestaba a alguien porque ese, el de agradar o no a la gente, no era su oficio. Su profesión, de la que estaba enamorado, era contar lo que pasaba, sin medias tintas ni compromisos espurios. Trabajamos codo con codo muchos años y nunca le importó llevarme la contraria cuando yo estaba equivocado ni animarme cuando dábamos una exclusiva, lo que yo le agradeceré siempre.

Ángel era un hombre íntegro, que se granjeó muchos amigos en una profesión en la que los egos y las rivalidades a veces te juegan malas pasadas. Pero él no era hombre de filias ni de fobias y siempre reconocía el mérito de los demás cuando lo tenían. Por eso, la historia de EL PERIÓDICO no sería la misma sin él.

En una época complicada para el sector, cuando salió la edición catalana de El País, quedó diezmada la redacción de EL PERIÓDICO por la cantidad de periodistas que se fueron, pero Ángel permaneció fiel a su rotativo, del que él había sido uno de los fundadores, creyendo en su futuro y en el que entonces era un equipo de gente joven y sin complejos. Es más, en aquella etapa en la que Ángel perteneció al equipo directivo del diario, este no sólo no perdió ejemplares ante la nueva competencia, sino que aumentó su difusión, labor en la que él desempeñó un papel esencial.

Lo tuvo también en la selección y el mantenimiento de la amplia red de corresponsales de EL PERIÓDICO, tarea que fue un esfuerzo casi exclusivo de Ángel y que llevó a que los colaboradores alejados geográficamente de la redacción tuvieran hacia él una devoción casi filial, por la que le agradecían cuando criticaba su trabajo si no habían logrado la excelencia que se esperaba de ellos y que habitualmente conseguían.

Todo lo serio y meticuloso que era nuestro hombre en su trabajo, como hemos revelado hasta aquí, no ocultaba una vena humorística a la que dio salida semanalmente en El Jueves y que demostraba que se puede compaginar el rigor con la ironía y la sátira, cosa que él hacía como ninguno.

Por eso, por su carácter todoterreno en una profesión de divos de un solo palo, y por su bonhomía de la que pueden dar fe sus subordinados, tanto en Mundo Diario, antes, como en EL PERIÓDICO, después, le echará de menos una profesión en la que, lamentablemente, apenas quedan personas como él.