Opinión | Un error repetido

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

La UE ha perdido la brújula en política de migración y asilo

Los Veintisiete están cada vez más lejos de los valores y principios que dicen defender y más cerca de los enfoques securitarios que solo ven a los que aspiran a llevar una vida digna entre nosotros como delincuentes y terroristas

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni / Phil Noble/PA Wire/dpa

Con ser una señal de que no todo está perdido, que un tribunal local haya dado un revolcón al gobierno de Giorgia Meloni en su pretensión de encerrar en Albania a 16 personas en situación irregular no evita la impresión de que la Unión Europea se está deslizando por una senda tan aberrante como ineficaz en política migratoria y de asilo.

Una senda por la que los Veintisiete llevan transitando desde hace tiempo, cada vez más lejos de los valores y principios que dicen defender y más cerca de los enfoques securitarios que solo ven a los que aspiran a llevar una vida digna entre nosotros como delincuentes y terroristas.

Es aberrante, en primer lugar, porque implica una deshumanización por parte de quienes dicen ser fieles cumplidores de los compromisos adquiridos -cuando es notorio el desprecio diario a la Convención sobre el Estatuto de Refugiados de 1951, negando el derecho de asilo, y obstaculizando hasta el extremo los procesos de regularización- y respetuosos con los derechos humanos -cuando las expulsiones en caliente y el encarcelamiento de quienes tan solo se encuentran en situación irregular se han convertido en prácticas cotidianas-.

Lo es también el lenguaje empleado, haciendo pasar la deportación de quienes se identifica interesadamente como ilegales por “soluciones innovadoras”, al tiempo que son calificados abiertamente como amenazas a la seguridad nacional.

Es, asimismo, ineficaz porque, como demuestra la experiencia acumulada desde hace décadas, no es posible disuadir por la fuerza a quienes no tienen nada que perder en sus países de origen. Los rasgos principales de la política actual son bien claros: insolidaridad interna, vallas y muros aún más altos, mayores despliegues policiales y militares en nuestras fronteras (y en el territorio de algunos vecinos) y reforzamiento de la colaboración con gobiernos (y mafias) que se presten a asumir la tarea de frenar a los desesperados en su suelo o de aceptarlos cuando los deportamos.

Profundizar en el error

Y aunque los hechos demuestran que nada de eso logra eliminar la pulsión migratoria (sea para escapar de una catástrofe natural, de un conflicto violento o buscando una vida que permita librarse de las sistemáticas violaciones de los derechos más elementales y satisfacer las necesidades más básicas), los Veintisiete siguen empeñados en profundizar en el error.

Un error en el que, con todos los matices que se quiera, incurren actores políticos y gobiernos de todo el espectro político. Por supuesto, los más activos son los representantes de la extrema derecha -que también son los que mayor rédito electoral están cosechando hoy con la falsa alarma del “gran reemplazo”-; pero los demás, angustiados al verse en la diana por los anteriores si optan por estar a la altura de los valores que dicen defender y por cumplir lo acordado, terminan haciendo seguidismo de una corriente que, sin resolver ninguno de los problemas que genera inevitablemente la convivencia entre distintos, alimenta la polarización sociopolítica y el antioccidentalismo.

Lo más inquietante, mirando hacia el futuro inmediato, es que la constatación de que el modelo actual es un rotundo fracaso no está llevando a modificar radicalmente el rumbo entendiendo, por una parte, que egoístamente necesitamos que vengan y, por otra, que nuestra corresponsabilidad en la creación de muchas de las situaciones que derivan en un intenso flujo migratorio debería llevarnos a ocuparnos de contribuir a crear en esos lugares condiciones dignas para sus habitantes.

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