Opinión | Civismo

Agnès Marquès

Agnès Marquès

Periodista

La huella canina

¿Hasta cuando vamos a seguir viendo con normalidad que la calle sea un váter?

Perro en un parque con su dueña

Perro en un parque con su dueña / El Periódico / Elisenda P

Un vecino colgó en la puerta de su casa lo siguiente: por favor evitar que vuestros perros miccionen aquí… ¿qué pasaría si lo hicieran en vuestras casas? Gracias. Me enterneció porque detrás de la buena educación del cartel intuí unos cuantos exabruptos y malestar, pero especialmente por el ejercicio de intentar que el otro, el del perro, se ponga en su lugar. Me pareció un intento heroico. Hice una fotografía del cartel y la colgué en redes sociales, el autor resulta que sigue mis publicaciones, identificó su cartel y me comentó que en su puerta ya no se mea ningún perro. Esto pasó en un pueblo, donde la vida se hace más agradable y donde los incívicos pueden parapetarse menos en el anonimato. Como todavía hay vergüenza, queda un poco de esperanza.

En Barcelona, la ciudad de los perros, el ayuntamiento quiere obligar a los propietarios caninos a limpiar los pipís, diluirlos con agua, para acabar con los que se hacen los suecos cada vez que su mascota orina en plena calle. El hedor es extremadamente desagradable y una evidencia de falta de salubridad. Hay calles en las cuales da asco caminar con sandalias en verano. ¿Hasta cuando vamos a seguir viendo con normalidad que la calle sea un váter? ¿Cómo debemos reorganizarnos para vivir con cada vez más perros? ¿Cómo se persigue eficazmente a los incívicos? Si todavía no hemos acabado con los regalitos sólidos…

Mientras no abordamos las cuestiones de fondo, especialmente en las ciudades, y como es absurdo pensar que la amenaza de una multa cohíba a los incívicos, quizá buscar su empatía tiene su qué. Empapelar la ciudad con carteles como el de mi vecino y esperar a ver qué pasa: por favor ¿te gustaría que tu perrito hiciera pis en la puerta de tu casa cada día? Aunque no es garantía de éxito: el post que hice con la foto del cartel de mi vecino generó bastante conversación. Muchos aplaudieron la fotografía, otros se rieron de que utilizara el verbo miccionar y otros, no fueron ni uno ni dos, lamentaron haber tenido la misma idea con resultado diferente: pintarrajeadas de burla sobre el cartel e, incluso, restos de hecesAmar a los perros pero padecer a sus propietarios. Hay que tener la cara muy dura para pasar de todo.

Suscríbete para seguir leyendo