Opinión | Crisis política
Salvador Martí Puig

Salvador Martí Puig

Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Girona

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Venezuela como arma arrojadiza

Lo que realmente importa para el futuro del régimen de Caracas es la posición de los gobiernos de México, Colombia y Brasil, y saber quién será el próximo presidente (o presidenta) de los Estados Unidos

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Nicolás Maduro, este jueves, durante un acto del Gobierno de Venezuela.

Nicolás Maduro, este jueves, durante un acto del Gobierno de Venezuela. / PALACIO DE MIRAFLORES / EFE

Venezuela es el país del mundo -sin guerra mediante- que peor desempeño económico ha tenido durante los últimos veinte años. Si a eso le sumamos que también es el país que ha sufrido la mayor diáspora migratoria (en términos relativos a su población) del hemisferio en el último medio siglo es fácil darse cuenta que lo acontecido en dicho país es, ni más ni menos, un drama. Un drama que ha tenido innumerables episodios a nivel político, económico y social. Un drama que sólo es posible que se mantenga en pie gracias a unas espléndidas reservas de petróleo, que sirven tanto al Gobierno para sostenerse en el poder, como para que otros países supuestamente hostiles no quieran que, después de cada crisis, la sangre llegue al río ni que sus empresas petroleras se queden sin poder participar en el negocio del crudo.

Con todo, para analizar el crítico caso de Venezuela es preciso señalar que ya hace un cuarto de siglo que empezó su 'deriva'. Y si en un inicio, con la llegada de Hugo Chávez en 1999, parecía que la economía del país -gracias a la ingente subida del precio del barril de petróleo- entraba en un ciclo de bonanza y justicia, pronto se vio que el proyecto bolivariano tenía vuelo gallináceo. Esta realidad se constató cuando el precio del barril empezó a bajar y cuando fue obvio que los proyectos económicos populistas y faraónicos (con pretensiones continentales) de Chávez ya no podían sostenerse. Posteriormente, en 2013, cuando Nicolás Maduro reemplazó a Chávez, el declive estaba servido: sin el carisma del primero ni los recursos del crudo, el sistema ya no podía sostenerse a través del voto popular.

Habiendo desmontado los cimientos productivos del país previos a la llegada de Chávez y habiendo arruinado la antigua administración del Estado por falta de inversión y sin conseguir construir una nueva administración propia mínimamente eficiente, lo único que le quedaba a Maduro era el control político de su formación, la fidelización de las fuerzas armadas y la policía, neutralizar el poder judicial y electoral, y acallar (vía expulsión o represión) a la disidencia. En este sentido, el caso venezolano fue pionero de un lamentable fenómeno llamado “la tercera ola de autocratización”. Un fenómeno político que el 'think tank' escandinavo IDEA, en su último informe, revela crítico y señala que lo padecen el 25% de las democracias actuales.

Sin embargo, en este artículo no pretendo analizar 25 años de historia política venezolana, simplemente procuro exponer que la crisis actual (la última de muchas y una más de las que vendrán) tiene raíces profundas y que, sin tener una cierta perspectiva de la situación venezolana, cada evento -con su ruido, griterío y acusaciones cruzadas- parece tener más relevancia de la que realmente tiene. En este sentido es preciso poner en su debido lugar tanto a la resolución común del Parlamento de la Unión Europea sobre Venezuela, donde se consideraba que el líder opositor Edmundo González Urrutia es el presidente legítimo y democráticamente elegido; así como la intensa cobertura mediática sobre la llegada de Edmundo González a Madrid y la gestión de la misma.

Sobre este último episodio, es preciso señalar que, si bien los ministros de Asuntos Exteriores de los 27 países de la UE han insistido en la necesidad de que Venezuela publique las actas electorales, a la hora de la verdad -e independientemente de la resolución de la Eurocámara- ni la Unión Europea ni los gobiernos de la misma reconocen al líder de la oposición Edmundo González como ganador de las elecciones presidenciales. Sin embargo, lo que sí realmente importa para el futuro del régimen de Caracas es la posición de los gobiernos de México, Colombia y Brasil, y saber quién será el próximo presidente (o presidenta) de los Estados Unidos.

Mientras tanto, observamos cómo Venezuela padece una hemorragia económica y demográfica, sostenida por un régimen que ha conseguido finiquitar cualquier atisbo de democracia, y también damos fe que en la política española Venezuela es una arma arrojadiza que utilizan la mayoría de los partidos. Unos partidos que piensan más en sus intereses demoscópicos que no en la ciudadanía venezolana.

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