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Oriente Próximo
Ignacio Álvarez-Ossorio

Ignacio Álvarez-Ossorio

Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.

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Sin tregua para Gaza

Netanyahu no parece interesado en un alto el fuego que podría provocar una crisis de Gobierno y un adelanto electoral, ya que los sondeos indican que su coalición no revalidaría su actual mayoría

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El primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, muestra un mapa del que ha desaparecido la Cisjordania palestina durante una rueda de prensa.

El primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, muestra un mapa del que ha desaparecido la Cisjordania palestina durante una rueda de prensa. / EL PERIÓDICO

El enésimo intercambio de fuego entre Israel y Hezbolá no ha servido para modificar la relación de fuerzas ni tampoco ha provocado una escalada regional. Ambos actores han calculado, milimétricamente, su respuesta con el objeto de que los intercambios de fuego no conduzcan a una espiral de violencia inmanejable. De hecho, el máximo dirigente de la milicia chií libanesa ha dado por terminada su represalia tras el asesinato de Fuad Shukr, su número dos, mientras que los responsables militares israelís han considerado que el bombardeo preventivo contra las lanzaderas de misiles de Hezbolá y el sistema Cúpula de Hierro evitaron males mayores.

La conclusión lógica de estas últimas escaramuzas es que ninguno de los contendientes está excesivamente interesado en una guerra abierta. Ni Hezbolá, que es plenamente consciente de que Líbano se encuentra al borde del colapso económico, ni tampoco el Gobierno israelí, que no ha derrotado a Hamás en Gaza ni tampoco ha liberado a los rehenes, ni mucho menos Irán, que atraviesa un periodo de máxima incertidumbre ante la avanzada edad de su líder supremo, Ali Jamenei, y las tensiones entre los sectores reformistas, representados por el presidente Pezeshkian y los sectores conservadores, agrupados en torno a la Guardia Revolucionaria.

Por esta razón, todas las esperanzas están puestas en las conversaciones que se desarrollan en El Cairo y Doha para alcanzar una tregua que ponga fin a la guerrra. Tras 325 días de bombardeos ininterrumpidos, la Franja de Gaza ha quedado reducida a escombros y su inerme población se desplaza de un lugar a otro en busca de un refugio seguro inexistente. Por el momento, 40.500 palestinos han muerto y 92.000 han resultado heridos, aunque las cifras podrían ser mucho mayores, tal y como ha advertido la revista 'The Lancet', que calcula que el número total de fallecidos podría alcanzar la cifra de 186.000 personas. Mientras tanto, los supervivientes viven bajo la constante amenaza de las bombas sin alimentos, agua, medicinas o electricidad.

A pesar de que las conversaciones de alto el fuego se iniciaron hace más de diez meses, los resultados brillan por su ausencia, pese a los esfuerzos mediadores de Egipto y Catar. El pasado 10 de junio, el Consejo de Seguridad aprobó una resolución, a iniciativa de Estados Unidos, que nunca ha llegado a materializarse ante la cerrazón del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, que pretende imponer a toda costa la presencia militar israelí en el corredor Filadelfia, en la frontera entre Gaza y Egipto, así como en el corredor Netzarim, que parte en dos la franja palestina.

Esta resolución contemplaba tres fases, en las que se liberaría a los rehenes israelís en manos de las organizaciones palestinas a cambio de la entrada masiva de ayuda humanitaria y el fin de la ofensiva israelí. El objetivo final sería alcanzar un cese de hostilidades y la retirada completa del enclave palestino. Por último, se plantearía un plan de reconstrucción que se prologará por varias décadas, ya que se calcula que el 80% de los edificios han sido destruidos o dañados por las 80.000 toneladas de bombas lanzadas por la aviación israelí, en su mayoría de fabricación estadounidense y alemana.

Pese a que el presidente Biden señaló que dicha resolución contaba con el visto bueno del Gobierno israelí, lo cierto es que Netanyahu ha torpedeado las negociaciones, ya que considera que Israel no ha cumplido todavía los objetivos que se había cifrado, entre ellos el desmantelamiento de Hamás y la eliminación de su máximo dirigente: Yahya Sinwar.

A pesar de que ha recuperado parte de su popularidad, Netanyahu no parece interesado en un alto el fuego que podría provocar una crisis de Gobierno y un adelanto electoral, ya que los sondeos indican que su coalición no revalidaría su actual mayoría. Además, debe tenerse en cuenta que tanto Smotrich como Ben Gvir, ministros representantes del ala mesiánica y supremacista, han amenazado con abandonar el Ejecutivo en caso de tregua. La mejor opción para Smotrich, tal y como defendió hace unas semanas, sigue siendo “dejar morir de hambre y sed a dos millones de ciudadanos, ya que es lo justo y moral hasta que devuelvan a nuestros rehenes”.

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