Director de EL PERIÓDICO
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Illa, un 'president' implicado en España
La semana que empieza mañana puede ser, finalmente, la de la investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat. Lo hará, si nada cambia, con los votos del PSC, de Esquerra y de los Comuns. Del pacto con los republicanos queda el compromiso de que Catalunya se financie a través de un “concierto económico solidario”, un concepto que ha encendido las alarmas en las autonomías financiadas a través del régimen común y que en el PSOE ha recibido más críticas y silencios que apoyos. Y que tiene ante sí la espada de Damocles de los recursos judiciales anunciados por las comunidades gobernadas por el PP que son casi todas.
En su primer discurso tras cerrar los pactos, Illa se ha comprometido a cumplirlos “íntegramente” y ha recordado que incluyen también el compromiso de la solidaridad. Quienes desde el resto de España recelan de este pacto y de este sistema deberían tener en cuenta algunas consideraciones. Este proceso lo va a liderar Illa y no un líder independentista, de manera que lo hará de una manera muy diferente a como han actuado los últimos cuatro presidentes de la Generalitat. Es decir, lo cumplirá pero no lo administrará desde la perspectiva de la ruptura sino de la inclusión. Los independentistas unilateralistas lo interpretan y lo interpretarán como una renuncia, pero esa es la realidad a la que responde este acuerdo.
Si consigue su objetivo, Illa será el representante más destacado del socialismo en la conferencias de presidentes autonómicos. Y los que le conocen saben que se implicará defendiendo el espíritu de cogobernanza como hizo durante la pandemia. Ese ejercicio lo deberá hacer compatible con la defensa de los intereses generales de Catalunya que le corresponde como president. Y ahí puede incluso tener que plantarse ante su mentor, Pedro Sánchez. Illa conjuga la audacia de Maragall con la frialdad de Montilla. Un cóctel que le ha llevado hasta aquí. Y no lo ha tenido fácil.
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