Secretario general de Pimec
Josep Ginesta
Secretario general de Pimec
Reducción de la jornada laboral y mejor trabajo
El reto es cómo revertimos nuestra realidad, cómo organizamos y mejoramos el tiempo de trabajo, el tiempo en el que deberíamos y podríamos trabajar mejor y ganar eficiencia
El debate de la reducción de la jornada laboral está en la órbita política, pero está predestinado a seguir marcando el trabajo. Está allí porque no ha estado presente, al menos en los términos que ahora se propone, en el día a día de la negociación colectiva y las relaciones laborales. No es, siquiera, un debate que enfrente empresas y personas trabajadoras.
Desde finales de los 70 reducimos la jornada efectiva de trabajo a los convenios colectivos. Somos de los que más lo hemos hecho. Tanto es así que, si bien tenemos una jornada laboral de trabajo efectivo más alta que Alemania o Dinamarca, la tenemos más baja que Suecia, Islandia, Italia, Portugal o Canadá, por debajo de la media OCDE.
Objetivamente, la reducción de jornada sin reducción de salario generará impacto en nuestra economía. Con mayor o menor intensidad producirá tensión inflacionaria, pérdida de PIB, pérdida de puestos de trabajo, oscilación en la productividad y pérdida de poder adquisitivo de los salarios a corto plazo por el incremento de costes laborales unitarios. Así lo pronostica la literatura que ha analizado estos impactos en otros países. En Francia produjo en 1982 una pérdida de ocupación y en 2008 un incremento de la rotación laboral. Las reformas de finales de los 90 de Bélgica, Italia, Portugal y Eslovenia no crearon ocupación. Algunos autores concretan que la reducción de la jornada en 5 horas semanales puede comportar una bajada en la productividad del 9%.
Con la propuesta de trabajar menos y ganar más es imposible estar en contra. Cosa diferente es cómo se hace, quién lo paga, y como se resuelve el callejón sin salida de avanzar en un país con déficits estructurales. Cómo resolvemos el incremento de los costes -de hasta un 8,2%- y la necesidad de cubrir vacantes. Habrá sectores con dificultades evidentes para cubrirlas, como las oficinas de farmacia o los instaladores, que actualmente ya no disponen de profesionales suficientes.
También hay que recuperar la realidad. Tenemos el séptimo salario mínimo más alto de Europa y lideramos el indicador de salario digno en la proporción entre este y el salario medio. Tenemos una progresiva reducción de temporalidad. Tenemos mucho absentismo y una altísima tasa de incidencia de bajas laborales (Catalunya la lidera en la UE); y tenemos una tasa de paro tan alta como poco razonable para un país desarrollado, liderando las tasas a nivel mundial. Además, sufrimos una lacra a pesar de las reformas que nos han hecho progresar en derechos laborales: la bajísima productividad. Esta retahíla de “particularidades” nos pone ante nuestro espejo con un mercado de trabajo poco eficaz, poco eficiente y poco efectivo.
La jornada máxima legal en la UE es, mayoritariamente, de 40 horas semanales, quitado Alemania, que es de 48. ¿Cómo es posible que con la jornada más alta tengan el número efectivo de horas de trabajo más bajo? Y la respuesta es sencilla: han dejado hacer el 'chup chup' a la negociación colectiva, sector a sector, ámbito a ámbito, en el acuerdo, el consenso, la transacción, la madurez y el progreso compartido (personas y empresas).
El reto es cómo revertimos nuestra realidad, toda. Cómo organizamos y mejoramos el tiempo de trabajo, el tiempo en el que deberíamos y podríamos trabajar mejor, ganar eficiencia y tiempo para hacer más viables nuestras empresas y nuestra historia personal para vivir mejor.
Sería esperable de un país ordenado que el debate de trabajar y vivir mejor recondujera el debate político y las presiones postizas, poniendo el foco en el trabajar mejor y el sentido común. Fortaleciendo la negociación colectiva, donde, por cierto, hay una oportunidad porque España lidera la tasa de cobertura de ámbito mundial. De hecho, los países que lo han hecho, han convertido la efectividad de su trabajo en sinónimo de menos tiempo de trabajo efectivo, y detrás de todo está la supervivencia de empresas y la felicidad de personas, y ninguno de las dos las podemos desligar de nuestro progreso como sociedad.
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