Opinión | Elecciones en Francia

Luis Sánchez-Merlo

Una debacle autoinfligida

El presidente francés Emanuel Macrón en la reuda de prensa

El presidente francés Emanuel Macrón en la reuda de prensa / NATHAN LAINE / BLOOMBERG

Un sentimiento de profunda incertidumbre se ha instalado en Francia, miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y potencia nuclear. 

La política francesa siempre está en un estado de reajuste pero, a diferencia de Italia o Bélgica, no tiene una cultura de vivir en el limbo, sin un gobierno investido para largos períodos. Esa posibilidad sobrevuela ahora, acentuada por el desprecio —activo y sistemático— de los franceses a sus dirigentes.

En tiempo de pasiones tristes, cada uno ha reaccionado al envite con su ecuación personal: resentimiento, temor, insatisfacción, indignación, desaliento, ansiedad; en definitiva, la desorientación que provoca un paisaje existencial.

Viendo venir la debacle de las elecciones europeas, el presidente Macron (Amiens, 1977) planeó discretamente su respuesta, adelantándose al resultado, que fue una aplastante derrota.

Con su decisión precipitada, sin conocer siquiera los resultados finales, de disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas inmediatas, pocas semanas antes de los Juegos Olímpicos de París, acompañaba el golpe de efecto con la asunción de un gran riesgo.

Su inferencia irrebatible: frenar el ascenso de la ultraderecha, cuya nube amenazadora se ha hecho familiar en las democracias occidentales, a medida que se enfrentan a la inmigración, el cambio climático y social, las guerras culturales, las reales y otros motivos de inquietud general, para los que resulta recomendable la lectura de "La derrota de Occidente" , de Emmanuel Todd.

No cabe descartar que, a la hora de hacer sus cálculos, Macron se hubiese maliciado que los votantes hicieran lo que acostumbran: votar sus lamentos en la primera vuelta y dar paso a su conciencia en la segunda. En cualquier caso, él seguirá siendo presidente, ya que aún tiene por delante tres años de mandato.

Hechizo roto

La animosidad hacia él no ha dejado de crecer a lo largo de sus siete años en el Elíseo. Se ha roto el hechizo de quien siempre fue y sigue siendo, un jugador que pensaba que las cosas siempre le saldrían bien si seguía apostando una vez más, como ahora en que los franceses, que padecen el capricho de la decadencia, han vuelto a votar emocionalmente.

El volantazo del macronismo —para sus críticos, un castillo de arena, construido sobre el aire— ha resucitado un 'frente republicano', compuesto con premura por centroizquierda, socialistas, verdes y comunistas que, a duras penas se soportan entre sí.

El viajero y escritor Sylvain Tesson (Paris, 1972), reivindicado tanto por la izquierda como por la derecha de su país, ganador del Goncourt y del Premio de la Academia Francesa, autor de un libro imprescindible 'La vida simple', escribió una frase imperecedera: "Francia es un paraíso habitado por gente que cree vivir en el infierno", que puede recordar al Sartre de 'El infierno son los otros', enunciado que no refleja la idea de un país, sino el tormento circunstancial del votante.

Al romper la rutina de la vida política, la apuesta temeraria de Macron, una combinación de arrogancia y despecho —un columnista de 'Le Monde' la etiquetó como "un golpe de Estado psíquico"— pretendía pillar desprevenidos al resto de partidos, contaba con la disyunción crónica de la izquierda y se valió del mismo principio que le llevó al poder en 2017: "yo o el caos", abarcando este los dos extremos: el Frente republicano y el Reagrupamiento Nacional.

En puertas

Los síntomas, múltiples, desde la conexión constante a las redes sociales y las noticias, insomnio, agotamiento, ira y ansiedad hasta la búsqueda de un lugar donde exiliarse en caso de catástrofe. Las emociones pueden ir acompañadas de un aumento de la frecuencia cardiaca, una subida de adrenalina o una tensión física al hablar. ¿Será necesario para el análisis político, colmado de emociones, agregar el vademécum de patologías mentales?

Al mejor político europeo del momento, para algunos; el único que no ha condescendido con el populismo, para otros, la jugada pudo salirle muy mal, si el Reagrupamiento Nacional —heredero del Frente Nacional, compuesto por nostálgicos de la Argelia francesa, del fascismo de los años 30 y de católicos integristas molestos con el Concilio Vaticano II— hubiera alcanzado la mayoría absoluta. Pero se quedó en puertas.

Con cierta frecuencia, los políticos galos recurren a esos jeribeques que tan buenos resultados proporcionaron al astuto general Charles de Gaulle (1890-1970) padre de la V República. En el París convulso por incesantes manifestaciones, mayo del 68, de Gaulle pensó que los desórdenes podrían propulsar a su partido y así fue. Compareció en la televisión, anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones anticipadas, asegurando que la República no abdicaría.

No ha sido Macron una excepción. La oblicua decisión de convocar los comicios no ha terminado siendo el desastre personal que podría haber sido. Aunque debilitado por los resultados, superó las expectativas, sigue siendo el árbitro institucional y está protegido por la Constitución.

Especulación y ansiedad

El desfase entre la realidad y su percepción —al fin y al cabo la política no es más que el lucro resultante de estos desfases— va a contribuir a aumentar el malestar de una sociedad francesa ansiosa, deprimida, irritada con los políticos y que —a pesar de mantener la ensoñación de la 'grandeur'— no acaba de gustarse a sí misma.

Macron lleva siete años representando el centro pragmático que le funcionó durante un tiempo, pero esa apariencia se ha visto abatida por una debacle autoinfligida, la peor disposición para abordar racionalmente los problemas colectivos. 

Tras sumir a Francia en un frenesí de especulación y ansiedad, la paradoja favorece a Macron, que —siendo un niño prodigio de 36 años que llegó al poder en 2014— señorea la defensa europea, quiere mantener unida a la UE, sabe cómo mantener a flote a Francia desde el punto de vista financiero y es reacio a rechazar a todos los inmigrantes.

Ahora, cuando en la política francesa escasea ese tipo de personalidad de consenso el seductor, que ha jugado imprudentemente con el bienestar y la seguridad, podría formar gobierno con el centroizquierda o el centroderecha, lo que le aproximaría a aquello por lo que desde un principio apostó: volver a ganar las presidenciales en 2027.