Opinión | Conflicto en Oriente Próximo
Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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El plan de paz de Biden hace aguas antes de nacer

La tenue esperanza que generó el anuncio se ha diluido con el paso de los días

Israel ofrece una nueva propuesta de acuerdo a Hamás, anuncia Biden

Israel ofrece una nueva propuesta de acuerdo a Hamás, anuncia Biden

El candidato (más que el presidente) Joe Biden ha presentado un plan de paz entre Israel y Hamás, apelando, sin explicarlo, a que se trata del momento decisivo (¿por qué no antes?). No deja de ser chocante que diga que en realidad se trata de un plan propuesto por el gobierno israelí y que sostenga que si Hamás lo acepta, Israel también lo hará. En todo caso, la tenue esperanza que generó el anuncio se ha diluido con el paso de los días.

Hamás, a pesar de que el plan recoge buena parte de las demandas que había planteado en ocasiones anteriores, no ha tardado en desmarcarse. La primera de las tres fases que se han dado a conocer lleva a suponer que junto al cese temporal de las hostilidades durante seis semanas y la retirada de las tropas israelís de las zonas pobladas de Gaza, se debería realizar un intercambio de prisioneros; pero al no concretar ni el número ni, sobre todo, los perfiles de los palestinos que serían liberados (no es lo mismo que sean ciudadanos anónimos que dirigentes de la milicia palestina) los negociadores de Hamás han dado marcha atrás.

Más problemáticos aún son los detalles para pasar a la segunda fase, que contempla el fin de la guerra y la retirada de todas las tropas israelís de la Franja, además de completar la liberación de todas las personas en manos de Hamás a cambio de un número por definir de palestinos encerrados en las cárceles israelís. Lo que Hamás exige en ese punto es que el propio Estados Unidos se comprometa a garantizar que el cese temporal de la violencia durante las primeras seis semanas no derive en una reactivación de la violencia por parte de Israel, consciente de que el gobierno liderado por Benjamin Netanyahu insiste en que su objetivo es eliminar militar y políticamente a Hamás y en que no parará hasta lograrlo. Y no parece que Biden esté decidido a llegar a ese punto, al dejar abierta la posibilidad de que Tel Aviv vuelva a las andadas en cualquier momento si entiende que su seguridad está en riesgo (una auténtica carta blanca para proseguir el castigo cuando lo considere oportuno).

Todo eso hace que la tercera fase, centrada en la reconstrucción de Gaza con una implicación directa de inversores públicos y privados, quede ahora mismo en un limbo imposible de determinar con precisión. Una reconstrucción que choca directamente con los planes de anexión que demandan insistentemente los socios del gobierno más extremista de la historia de Israel.

Por su parte, Netanyahu ha ido deslizándose hacia una posición de rechazo que ha tratado de condensar en la idea de que el plan de Biden no responde realmente a lo que Israel desea. De ese modo, no solo vuelve a desairar a su principal aliado, sino que también pone de manifiesto su estrecho margen de maniobra en función de las diferentes posiciones en el seno del gabinete que dirige. Ministros tan radicales como Itamar Ben Gvir, encargado de Seguridad Nacional, y Bezalel Smotrich, de Finanzas, ya han dejado claro que la aceptación del plan supondría la caída del gobierno; una situación indeseable para un Netanyahu que se afana por mantenerse a toda costa en el cargo para poder eludir la acción de la justicia por las tres causas que pesan sobre él.

En estas circunstancias, la posibilidad de que el plan tenga una mínima posibilidad de seguir adelante es prácticamente nula. Y por si fuera necesario aportar pruebas de la falta de voluntad de los actores implicados, ahí están las matanzas israelís perpetradas a diario ante los ojos de quien quiera verlas.

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