Opinión | EL TRIÁNGULO
Aquella vieja canción
Hay en los finales de año una tendencia a cerrar asuntos como si eso fuera tan fácil y pensar que como un año acaba, con él acaban los problemas y el año siguiente nos traerá otros, eso seguro, pero distintos y acaso mejores

Lola Herrera, en una imagen de archivo. / EPE
La maravillosa actriz Lola Herrera se convirtió en el año 2023 en una pieza delicada con la que TVE resumía un año en el que, como dijo la actriz en guion y dirección de Carlos del Amor, abarcó guerras, una que no ha acabado y otra que acaba de comenzar, disputas, datos récord en violencia machista, crisis, inmigración, miedo y un triunfo, el de la Selección española de fútbol femenino, que se oscureció con la costumbre de ciertos hombres a darlo todo por sentado.
Es cierto que con esas palabras y esas imágenes y esas cajas que escondían lo bueno y lo malo estábamos diciendo adiós a un 2023 que Amaral incendió con ese Se acabó junto a la Orquesta y Coro de RTVE. Pero decir adiós no es decir basta y 2024 amaneció en el punto exacto en el que 2023 se había ido y lo primero que vimos esa mañana fue los ataques brutales sobre Ucrania y Gaza, un terremoto de magnitud 7,6 que asolaba Japón y el juego, ciertamente macabro, con el que centenares de personas se divertían frente a la sede del PSOE en Madrid, mientras apaleaban a un muñeco al que previamente habían colgado y que simula ser Pedro Sánchez.
Todo muy inspirador y como dijo Lola Herrera con su voz de 2023, "si hay una palabra hermosa es nostalgia", mientras que nostálgico resulta perturbador, sobre todo cuando lo que se desea es que un dictador enterrado se levante de la tumba y llegue hasta esta España de 2024 para ayudar no se sabe muy bien a qué, quizá a algo tan tristemente nostálgico como la vuelta a aquellos tiempos exentos de libertad.
Hay en los finales de año una tendencia a cerrar asuntos como si eso fuera tan fácil y pensar que como un año acaba, con él acaban los problemas y el año siguiente nos traerá otros, eso seguro, pero distintos y acaso mejores. Pues no. Y lo peor no es que los mismos problemas sigan, sino que estos pueden acrecentarse y hacerse más violentos y enquistarse de tal manera que todo a su alrededor es odio y barbarie y así poco a poco nos vamos haciendo más de los nuestros y menos de los otros con lo que eso significa y lo que puede acarrear.
No sé qué le espera al mundo en este 2024, ni cuántas catástrofes naturales nos asolarán, ni hasta qué punto el cambio climático nos zarandeará, ni el número de mujeres que serán asesinadas o el número de seres humanos que el mar se tragará en su huida hacia la libertad, no lo sé. Lo que sí sé es que habrá que rebajar la bronca tres o cuatros puntitos y salir a las calles a reivindicarnos con la fórmula magistral que deja atrás la violencia y devuelve a los seres humanos su capacidad de ser humanos.
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